Viva la vida cap XI

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Vuelve a mí ya. Debo decirte que lo siento, no sabes lo encantadora que eres. Tengo que encontrarte, decirte que te necesito, decirte que no quiero que te apartes. Cuéntame tus secretos, hazme preguntas. Volvamos a las estrellas. “Nadie dijo que fuera fácil”… (the scientist –coldplay)
Capítulo XI

Edward estaba frente al espejo, con el ceño firmemente fruncido. Casi fulminaba con la mirada el elegante traje negro que se había visto obligado a ponerse para otra de esas reuniones tediosas y terriblemente monótonas, que a medida que pasaba el tiempo parecían alargarse y alargarse cada vez más en lugar de acortarse. Menuda ridiculez. La reunión en la casa de la señorita Jane Vulturi no fue más aburrida simplemente por falta de tiempo –o dinero-, pensó, mientras se desabrochaba el corbatín.
Si no falto fue porque su papá le había prohibido expresamente darle la espalda a ningún importante aristócrata y, uno no le daba la espalda a la familia de la señorita Jane Vulturi, al menos que esté en su lecho de muerte.
Una sombra se movió detrás de él, seguido de un ya bien identificado escalofrío que erizaba su piel y ponía sus pelos de punta. Removió un poco su cabeza y la busco con la mirada por el espejo, pero no vio nada. Frunció el ceño para sí mismo. Quizá, pero solo quizá su falta de capacidad para visualizarla se debía a la persiana abierta que dejaba entrar la luz del sol a casi todo el cuarto. Se dirigió a la ventana y cerró la persiana, pero no completamente, de forma que aún quedaban rayos de sol que se infiltraban tímidamente entre las sombras que se formaban en la habitación. Observo encantado por un momento las motas de polvo que se veían a través de los rayos de sol, que parecían bailar y contonearse una contra las otras libremente haya en donde las sombras se apartaban, dándole un efecto mucho más hipnotizante a la luz de su ventana.
Aquello no era un espectáculo al cual estuvieran acostumbrados sus ojos humanos. 
Sintió una presencia a sus espadas. Se giró casi inconscientemente y encontró a Bella a su espaldas, dirigiéndole una mirada curiosa, inquisidora. Desde la posición en la que la observaba, con la luz del alba a sus espaldas, sus ojos parecían dos grandes espejos, con su tono castaño como el líquido derretido y sus espesas e imposiblemente largas enmascarando el contorno de su mirada. Pequeñas pecas coloreaban su nariz.
La visión le quitaba el aliento, pero también le daba vida a su alma. Era una contradicción hermosa.
“¿Cuál es tu aparente interés por el polvo? Hay polvo por todas partes. Es más, estoy comenzando a plantearme que todo está construido de polvo. Después de todo, de humanos de polvo salimos y polvo volveremos a ser.” Analizo.
Edward le sonrió casi imperceptiblemente, su mirada tenía el mismo efecto que la de Bella por la luz del sol. “Los humanos no somos capaces de visualizar el polvo con tanta facilidad. Es demasiado fino y pequeño, demasiado fácil de pasar desapercibido para nuestros ojos.”
“Tiendo a olvidar mi vida humana, aunque solo la he perdido hace cinco años. Supongo que eso me hace olvidar las tendencias humanas.”
Se encogió de hombros, paseándose brevemente frente a Edward. El hombro de ella rozo el pecho semi desnudo de Edward, que se había desabrochado la camisa hasta la mitad de su pecho y éste siseo de placer por la corriente eléctrica que le sacudió el vientre a causa de ese pequeño contacto.
“Suena como una disculpa” respondió, con voz un poco ahogada.
Observo maravillado como Bella desapareció brevemente en el momento en el que paso en frente  al pequeño espacio de la ventana por donde entraba la luz del sol y como volvía a aparecer frente a sus ojos cuando termino de pasarlo, como si fuera un parpadeo.
Era realmente alucinante.
Aun creía que ella se trataba quizás de alguna alucinación, de algún tipo de invención creado por su mente y que algún día, alguna mañana quizá despertaría y se daría cuenta que todo era un sueño. Que nada fue real. Que todo estaba en su mente y que por más que tratara de engañarse, jamás podría agarrarlo todo con luchar y estirar los dedos, porque no estaba al alcance de sus manos. Bella no estaba al alcance de sus manos.
Ella era un alma y él era solo un humano, un simple, idiota y enamorado humano…
El peso de esa afirmación recayó sobre él como un vaso de agua fría. Ella no estaba a su alcance. ¿Qué pasaría cuando ella se diera cuenta de que era solo otro humano aburrido e inservible como Alice le había dicho y se alejara de él? ¿Qué sería de él si ella decidiera machar? ¿O cuando el deber le llamara y el tuviera que coger a una joven como esposa?
Ante el limitado y obtuso mundo humano, a sus ojos Bella jamás podría ocupar ese lugar, pero a los ojos de Edward, era todo lo que él deseaba, o necesitaba. No pedía, no era capaz de solicitar más, porque aquello sería demasiada felicidad, demasiada suerte para una sola persona, lo que sería un insulto para las leyes naturales de la vida. Pero eso estaba bien. Él no necesitaba más para ser feliz.
“¿En qué estás pensando?” preguntó Bella, a pocos centímetros de él.
Con una sonrisa pícara y los sentimientos encontrados escritos silenciosamente en sus ojos, tomo del brazo de la castaña y la estiro contra su pecho, atrayendo su boca contra la suya. ¿Era en realidad ella un alma, o el pecado hecho carne traído a la tierra? Porque el simple roce de sus labios tentaba a los mortales a sucumbir al poder de su encanto sin mirar atrás, aunque para ello se tuviera que quemar en las llamas del infierno. Ella gimió bajito por la fuerza con la que Edward la envolvió entre sus brazos, provocándolo, haciendo que él la besara de manera más demandante.
Todo estaba ocurriendo de improvisto.
El deseo que él sentía hacia ella era tan fuerte que el simple contacto de sus pequeñas manos apoyadas en su pecho desnudo era suficiente para despertar sus instintos más bajos e inflamar su virilidad bajo sus pantalones, mientras su lengua exploraba avariciosa el dulce néctar de sus labios. Ella era tan pequeña, tan cálida, tan deliciosa…
Que despertaba todo su ser con solo violar un poco los límites de su espacio personal, con esa expresión tan dulce suya y su sonrisa pícara, la que él había comenzado a temer con el tiempo. Aquella que presagiaba que estaba planeando alguna travesura… o que en efecto, ya había hecho una travesura y estaba calculando una manera de librarse de las consecuencias.
Por eso en el momento en el que él enredo su pequeña y cálida lengua contra la suya, cuando ella gimió y adentro sus manos bajo la tela de la camisa y apretó sus pezones entre sus pequeños dedos para poder sostenerse, sintió como se desquebrajo su control. Era como ver una torre de naipes, al cual la más dulce y preciosa brisa soplaba y la derribaba, hasta que esta se desparramaba por el suelo y no quedaban ni los cimientos.
Gruño bajo su aliento, apretujándola imposiblemente contra su cuerpo, haciendo que cada curva femenina de la castaña se apretara contra sus músculos y el contacto de sus caderas provocara un hormigueo de pasión. Con sus manos, masajeo la cintura de ella, arrancándole suaves ronroneos, casi como si fuera una gatita.
No supo en qué momento perdió la camisa.
Pero no pudo evitar el estremecimiento que recorrió su torso cuando ella comenzó a acariciar su espalda con desenfreno y dulzura, combinado con el frío de la brisa que lo invadió de repente. Ni siquiera se esforzó por mantener el control. Ni quiso, le pareció un pecado en ese momento siquiera pensar en detener a semejante criatura en tan hermosa faena. Con delicadeza, casi como la caricia de una pluma llevo sus manos a sus hombros y, con la punta de sus dedos empujo suavemente los suspensores, causando que sus pantalones, que ya de por sí le quedaban holgados por la cintura revolotearan y cayeran al suelo en un montón de tela acumulada. La camisa blanca que llevaba estaba arremangada hasta sus codos y el largo cubría más de la mitad de sus muslos, lo que hacía fácil deducir que aquella camisa había sido confiscada a Edward recientemente.
Él rió entre dientes con ante ese pensamiento, pero eso no detuvo su concentración. Ella iba descalza esa vez, por lo que se apoyo de sus hombros lo que duro un par de segundos para patear sus pantalones lejos de su camino. Mientras tanto, él le desabrochaba los botones de la camisa, admirando cada porción de piel que iba dejando al descubierto, sus ojos intercalando entre la visión de sus piernas aunque no tan largas, blancas y visiblemente apetitosas. Los pantalones comenzaron a asfixiar su entrepierna aún con más ahínco al imaginar sus blancos muslos entre las yemas de sus dedos, siendo mordidos por sus dientes mientras su lengua saboreaba lentamente la apetitosa carne, hundiéndose en ella con desenfreno…
Gimió inconscientemente cuando arranco su camisa de un solo movimiento. Aquello le hubiera resultado increíblemente sexi con la figura de Bella, de no ser porque debajo de la camisa no se encontraba su piel desnuda… si no una fina camisilla que cubría la mitad de sus seños y el resto de su torso. Pero aún así, seguía siendo lo más expuesta que jamás la había visto y tan solo con observar la piel como el algodón entre la curvatura de sus senos, le hizo hervir la sangre. Si la acariciaba en esa zona, ¿sería tan sedosa como él la imaginaba? ¿Serían tan suaves como sus amigos siempre comentaban? Porque a decir verdad, Edward aún era virgen.
Tenía una madre demasiado feminista que no toleraría la supervivencia de sus bolas si se enterara que se atrevió a meter eso en el cuerpo de una mujer que no era su esposa. Y como le había inculcado tal educación desde tan temprana edad, jamás se le había pasado por la cabeza faltar a esa norma.
Arqueo una ceja hacia ella.
“Las camisas eran demasiado transparentes.” Se explico ella, ansiosa y casi sin aliento.
Se veía increíblemente hermosa con sus mejillas coloreadas y sus labios hinchados por sus besos. Aquello lo inundó de una sensación posesiva y le saco la camiseta dejándole completamente expuesta ante sus ojos. Sus ojos esmeraldas ardieron como lava derretida mientras recorría su figura, haciendo sentir a Bella que su mirada traspasaba más allá de su ser. La hacía sentir intimidada, con la necesidad de cubrirse y avergonzarse… Pero también la hacía sentir deseada. E increíblemente viva.
“Eres hermosa.” Dijo sinceramente, con voz ronca de pasión.
Con movimientos demasiada rápidos para ser captados por un humano arranco las telas del pantalón de Edward y lanzó su cuerpo con ímpetu contra el suyo, haciendo que ambos cayeran en la cama con ella agazapada sobre su pecho, como si fuera una felina a punto de atacar a su presa.
No había tiempo para mirar atrás. No había cabida al arrepentimiento y éste, no era ni mínimamente requerido entre ellos ni hoy, ni mañana.
Con un suave movimiento de piernas Edward entrelazó la suya a la cintura de Bella y la giro sobre él, dejándola bajo su cuerpo. Sus labios atacaron entonces su mandíbula, su cuello, el inicio de sus senos… saboreaba su piel con lentitud y disfrute, grabando su sabor único en la punta de su lengua, embriagándose en su olor único a fressias y disfrutando de la suavidad de su piel. Era mucho más sedosa y suave de lo que se imaginaba. Envolvió uno de sus pezones calientes entre sus labios, disfrutando como Bella se retorcía y gemía descontrolada bajo sus brazos, haciéndolo alcanzar un nivel de éxtasis que nunca antes creyó posible…
Siguió descendiendo por su estómago y dejando un beso húmedo bajo su ombligo, arrancando un gemido ronco de los labios de la castaña. Bella estaba sumergida en un mar de placer, un trayecto de pasión tan profundo que era incapaz de hilar dos palabras juntas en su mente. Todos los hilos de sus pensamientos estaban cortados y lo único que era capaz de procesar era la persona que estaba sobre ella, cubriéndola de besos como si fuese la criatura más hermosa del universo. Ni siquiera era capaz de recordar su nombre. Lo único que era capaz de comprender, era el hombre que la envolvía entre sus brazos.
Edward, Edward, Edward…
Sintió en el fondo de su corazón que debía retribuirlo de alguna manera tanto placer que él le estaba proporcionando. Con timidez, con un poco de ternura alargo su mano y envolvió entre sus dedos la masculinidad de Edward, sorprendiéndose de su grosor y su textura. Se sentía tan suave… pero era grande y en el momento en el que entro en contacto con su piel se endureció considerablemente a una velocidad alarmante. Pero debía estar haciéndolo bien porque arranco un sonido gutural de los labios de Edward. Presa del placer –y la curiosidad, comenzó a mecer su mano arriba y abajo, analizando como su miembro se endurecía cada vez más entre su mano, pero contra pronóstico, aún así seguí siendo increíblemente suave. Araño con sus uñas desde la base hasta la punta, sintiendo como éste palpito contra su mano.
“Bella” gruño él sensualmente en su oído. Su voz sonaba contenida. “Ya no creo poder aguantar más…”
La castaña observo en sus ojos el mar de pasión y deseo que nublaba su oscura mirada. Pero también había bondad.
Una infinita bondad que le calaba hondo hasta el recóndito más profundo en su pecho.
No había punto de comparación alguno con lo que estaba viviendo a su última experiencia humana. No había nada que temer. Jamás había imaginado que la experiencia pudiera ser tan placentera, tan hermosa y sabía que Edward jamás le haría daño.
Asintió, mirándolo con dulzura.
“Hazlo. Te necesito ya ahora, aunque eso significase el fin de mi existencia tal como la conocía antes y cambie radicalmente mi vida, o lo que sea que esto sea.”
Lo siguiente que sintió fueron los labios de Edward, dulces, deliciosos y completamente deseables envolver sus labios entre los suyos en una caricia frenética, cegándola, volviéndole loca de placer. Él se enterró en los muslos de ella de una sola estocada, pero tratándola con la delicadeza de una muñeca de porcelana.
Solo que esta vez, a diferencia de la primera, Bella no sintió dolor. Sintió placer, puro placer y otro sentimiento que no fue capaz de identificar, que la hacía sentir viva, que la hacía sentir llena, que la hacía sentir hermosa, que la hacía sentir plena
Era como si siempre hubiera estado vagando sola en medio de la nada y ahora por fin encontrase la otra mitad de su alma.
Y era una sensación incomparable.
Comenzaron un vaivén de caderas que la hizo sucumbir ante la pasión, explorando límites inexistentes que su cuerpo jamás había conocido, haciéndola tocar puntos que jamás hubiera imaginado, sintiendo la ternura y el furor que solo podía proporcionarte el amor que se demostraban físicamente entre dos personas, ignorando todas las leyes físicas y racionales y uniendo sus cuerpos en uno solo.
Edward se apoyo entre sus brazos y se levanto sobre Bella para acelerar sus envestidas y llegar aún más profundo, cuando la visión del alma lo deslumbro completamente. El pequeño rayo de sol que se colaba entre su ventana daba de lleno sobre Bella, haciendo que uno de sus hombros, parte de su cuello y su rostro brillaran de forma transparente pero brillante, como si tuviera pequeños diamantes incrustados en medio de la nada, como si él pudiera atravesarla y desvanecerla con solo extender su mano. El espejo de sus ojos brillaban como dos luceros y la agitación de su cuerpo producto de sus envestidas provocaba que la luz del sol tocara en su cuerpo, provocando que distintas zonas de su cuerpo desaparecieran espontáneamente con el particular brillo de los diamantes. 
Jamás había visto nada tan hermoso.
Culminaron en los brazos del otro y ahogaron su euforia entre sus labios, saboreando la fascinación con cada espasmo… comprendiendo la perfección del momento con tan solo un segmento de sus conciencias.
Edward ignoraba cuantas veces la amo otra vez desde ese momento. Solo sabía que en algún momento la luz del sol había dejado de colarse por su ventana y que él se quedo dormido con Bella enredada entre su cuerpo, sonriendo satisfecha contra su pecho.
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Sintió como algo se removía suavemente sobre él. Con pereza, se quejo levemente y apretó más su brazo entorno al cuerpo cálido que tenía envuelto contra su pecho. La presión y el movimiento se hizo insistente, hasta que sintió la briza colisionar contra su pecho y sus brazos ceder, inutilizados.
Desorientado abrió sus ojos y descubrió que Bella ya no estaba en su cama. Se incorporo de un salto y la busco con la mirada, hallándola desnuda en medio de su cuarto, recogiendo su camisa del suelo.
Sus ojos no pudieron evitar recorrer fijamente su figura, taladrándola con la mirada, analizando cada facción, cada porción de piel con su mirada ardiente. Memorizaba cada parte de ella en su retina a fuego. Bella le lanzó una mirada tímida sobre su hombro y Edward esbozó una sonrisa de satisfacción y aprobación.
Con el sonrojo cubriendo sus mejillas, ella se volvió a voltear y se cubrió el cuerpo con su camisa, abrochándose hasta el cuello.
Edward frunció el ceño. “¿Qué crees que estás haciendo?”
Se encogió de hombros. “Me visto.”
“Eso puedo notarlo.” Frunció más el ceño. “La pregunta candente sería; ¿por qué?”
Bella se giró hacia él con la camisa cubriéndole casi hasta las rodillas. Inconscientemente, Edward hizo un puchero. “Me siento más cómoda si estoy vestida.”
“¿No comprendes? A mí me gusta tu desnudez… me cautiva completamente.” Sonrió pícaro, riendo entre dientes cuando la cara de Bella se sonrojo tanto como un tomate. 
“Payaso.” Masculló entre dientes, poniendo los ojos en blanco.
Edward sonrió aún más ampliamente y con un brillo juguetón en su mirada, aparto las sábanas y se levanto de la cama, caminando despreocupadamente con su cuerpo desnudo hacia Bella.
“¡Oye! ¿Qué haces?” exclamó, tapándose el rostro inmediatamente con sus manos. Edward siguió avanzando, haciendo que Bella no pudiera resistir la tentación de observar su masculinidad entre sus dedos.
Era terriblemente hermoso, y la descolocaba y avergonzaba estar desnuda frente a semejante hombre.
Pero la sonrisa de Edward era imborrable.
Cogió la cintura de ella con una de sus manos y la atrajo contra su cuerpo, estrechándola entre sus brazos. “¿Hemos estado haciendo el amor toda la tarde y a ti te avergüenza que haga esto ahora? Eres una criatura bastante interesante, Bella. Pero supongo que tendré que sacarte el pudor.” Hizo una mueca de fingida pena.
Antes de que Bella pudiera preguntarse a qué demonios se estaba refiriendo, Edward envolvió sus labios en otro beso cálido y pasional.
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Gertrudis recogió la correspondencia de su señor en la entrada de su casa, pasando los sobres desinteresadamente, viendo los apellidos. Supuso que lo estarían invitando una vez más a una serie de sin fin de acontecimientos, de aquellos que Edward aborrecía con pasión y alma. Hubo un nombre en particular que capto su atención. Aro Vulturi.
Que hombre tan imparticular… pensó, sabiendo que solo un hombre lo suficientemente importante con el cual su nombre pudiera causar atribución alguna firmaría sus cartas con su nombre antes de su apellido.
Con un encogimiento de hombros, puso la carta entre las demás y las llevó a la sala, donde Edward pudiera revisar luego su correspondencia.

3 comentarios:

  1. ahhhh q buen capitulooo me encantoo encerio plas plas plas aplausosss es tan extraña esta historiaa pero tan hermosa al mismo tiempo!!! oiaa aro es el hijo del rigor q hizo q mataran a la pobre de bellita!! ufff cuando lo vea edward esto va a ser interesante esperando el proximo capi con ansias :D

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  2. HAY POR DIOS!!! ME VAS A MATAR!!! ESCRIBES WAUUUU APLAUSOS DE PIE PARA TI!! ME ENCANTOOOOOOOOOOOOO EL CAPI NO TENGO PALABRAS EN SERIO QUE HERMOSOOOOOOOOOO HAYYYY AMO ESTA HISTORIA ME ENCANTA DE VERDAD ESCRIBES MUY MUY MUY BIEN TE FELICITOOOOOOOO HAYYY NO SE QUE MAS DECIR DE VERDAD ME ENCANTA TU FORMA DE ESCRIBIR
    SALUDOS DESDE COLOMBIA DE TU SEGUIDORA NUMERO UNO!!!! BENDITA LA HORA EN QUE TE ENCONTRE EN FACEBOOK!!

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  3. Hola encanto me gusto mucho el capitulo..Sigue asi..Besos..

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