Capitulo 3 - Chasing Cars.

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All this feels strange and untrue
And I won't waste a minute without you
My bones ache, my skin feels cold
And I'm getting so tired and so old.. ~ Open you eyes - Snow Patrol 

Cuando vuelvo a abrir los ojos, puedo sentir la textura del sofá contra la piel de mi rostro. Abro los ojos de golpe.


Sin pesadillas.


Escucho sonidos en mi cocina y me tenso, tratando de recordar la noche pasada y como llegue hasta aquí. Desecho la posibilidad de que alguien me haya traído, porque estaba en el bosque y era muy improbable que alguien notara mi ausencia tan pronto. Asumiendo que Sae viniese a hacerme el desayuno, ella podría pensar que había salido de caza.

Trato de levantarme de golpe, pero enseguida mis músculos se quejan. Asumo que me arrastre hasta casa en medio de mi llanto y colapse en el sofá a falta de energía para subir por las escaleras. De todos modos, hay una posibilidad que hasta en mi insanidad completa sea capaz de ver en lo poco bienvenida que se había convertido mi cama por las noches.


Con un poco de esfuerzo, consigo llegar hasta la cocina, pero me congelo en la puerta al ver que Sae no vino sola.


Estaba acostumbrada a ver a su nieta sentada en la mesa o dibujando algo recostada en el piso, pero no es esa compañía la que me deja clavada en el suelo y provoca que mi cuerpo se sintiera frio de repente.


Peeta me daba la espalda, lavando los cubiertos que probablemente Sae la grasienta había usado para preparar el desayuno. Veo que hay pan en el centro de la mesa y un sentimiento viejo vuelve a nacer en mi pecho, pero la tensión nunca me abandona.


Sin hablar, me siento en la mesa, dándole la espalda  a Peeta y me dedico a meter pedazos de pan en la boca, aunque no tengo hambre. Sae me habla y me explica que invitó a Peeta a venir para que no tuviera que desayunar solo, y un par de cosas más, pero estoy muy distraída para escucharla. Puedo sentir la tensión en cada musculo, provocando que me sintiera más agarrotada de lo que ya me sentía cuando me levante del sofá y que cada movimiento que hiciera se sintiera como si iba a romper una parte de mi cuerpo.


 Salte cuando veo su brazo extenderse, rozándome, dejando algo en la mesa antes de volver donde estaba. La vista de su brazo, su mano, sus dedos inevitablemente trae memorias de la última vez que él me había tocado y no había terminado muy bien. Inconscientemente, mis dedos acarician mi cuello, como si el dolor aun estuviera ahí.


Él no me mira cuando toma asiento y empieza a masticar algo. De hecho, nadie en la mesa lo hace.


Decido que eso está bien, mientras juego con un pedazo de pan entre mis dedos, haciendo migajas antes de llevarlo a mis labios. Ocasionalmente, Sae trataría comentaría algo para llenar el silencio y Peeta le respondería educadamente, aunque yo podía notar que tenía tantas ganas de hablar como yo.


Me concentro en mi pedazo de pan para controlar la necesidad de irme en ese momento, para no ofender a Sae. Aunque podía sentir que no duraría mucho tiempo en esa mesa, sintiéndolo a tan pocos centímetros de mi, preguntándome si aun piensa que soy un muto y si trataría de rebanarme la garganta con el cuchillo que está usando ahora para cortar el pan.


Con mis dedos, siento la textura del pan, su calor. Me llevo otro pedazo a los labios para saborear su suavidad, sentir su calor emanar entre mis dientes y mi lengua e inundarme con su característico sabor. Recuerdo entonces en los panes de los otros distritos y los comparo, antes de decidir que es perfecto, y que nadie podía hacer un pan como Peeta Mellark.


Era sencillamente distinto.


Pienso en esto como una buena señal, porque si él ha fue capaz de estar lo suficientemente tranquilo para hornear una tanda de panes con el cuidado y la delicadeza que requiere la perfección, eso tenía que significar alguna mejoría. Quizás esa era su terapia. Quizás, podía encontrar en esto una verdadera sensación de calma que ayudaría a enclarecer su mente.


No consigo explicarme el porqué, pero un dolor agudo me golpea el estomago al recordar mi sueño. Era solo eso, un sueño, una ilusión o en el peor de los casos, una pesadilla.  El Peeta de mis sueños no era un chico, era un hombre roto. Y si comparaba aquel hombre con el Peeta que tenia frente a mis ojos, con sus ojos serios, sus hombros tensos y su ceño fruncido, no era difícil darse cuenta de que no había diferencia.  


Sí, él había cambiado, pero yo también. Todos lo hicimos. Era estúpido e inaceptable esperar que algo volviera jamás a ser mínimamente parecido a lo que una vez fue. Pero sigue calando hondo en mi mente, de todos modos, y el dolor vuelve a hacerse notar.


Es curioso, como un sentimiento puede acompañarte durante tanto tiempo y con tanta intensidad que se torna en algo conocido, esperado, pero aun así cada vez que aparece, aunque no peleo contra él, no es bienvenido.


El dolor es un sentimiento conocido, pero no deseado.


Tengo que dejar de pensar. Los días en los que me permitía pensar demasiado, nunca acarreaba ninguna consecuencia positiva para mí, por lo que me levanto sin decir palabra y me retiro.


No me ducho desde ayer, pero de todos modos me pongo una chaqueta y abandono la casa, en lugar de subir y asearme un poco. Los vientos estaban fríos esta mañana, más que ayer.


Comienzo a caminar sin saber a dónde iba ni que era lo que quería, pero termino en el bosque, en el punto donde antes solía encontrarme con Gale. No tengo mis flechas conmigo, ni tampoco soy capaz de obligarme a sentir ganas de cazar. Mis músculos se sienten cansados, agarrotados y adoloridos, y no puedo moverme demasiado sin que mi cuerpo se queje.


Así que me acuesto en el suelo y miro el cielo, y de inmediato siento los músculos de mi espalda ablandarse y mis piernas aflojarse como si no tuviera huesos.


Es temprano en la mañana, el sol recién empieza a salir. Aunque el aire se estaba fresco, el cielo estaba despejado y más celeste de lo que nunca había notado, interrumpido solo por la luz que reflejaba el sol.


Me pregunto cuándo fue la última vez que me mire hacia arriba y simplemente contemple el cielo. Mejor aún, me pregunto si alguna vez tuve interés de hacer algo parecido.


Siento el viento soplar mi rostro y cierro los ojos, disfrutando de su frescura. No recordaba cuantas horas había dormido, pero aun me sentía cansada. Un suspiro escapa de mis labios cuando me permito escuchar los sonidos del bosque, relajándome más aun, haciendo que el sopor comenzara a vaciar mi mente y hacer que mis ojos se sintieran más pesados.


Pero no me duermo. Al contrario, en este momento tan tranquilo, el suicidio se cola en mis pensamientos con una seriedad peligrosa.


Lo primero que pienso, es la manera más rápida de matarme, porque quiero evitarme el máximo dolor posible. Sonrío entonces, una sonrisa amarga, porque es como si tuviera miedo del dolor, pero no de la muerte. Sé que en cualquier otro momento ni siquiera lo contemplaría demasiado, así que le echo la culpa al dolor que estaba sintiendo en los músculos que me hacía sentir muy frágil, y hacia que cualquier nuevo dolor en estos momento me resultara intolerante.


Lo segundo que pienso es si alguien lloraría por mí. ¿Pero acaso quedaba alguien? Todos los que alguna vez ame estaban muertos o se habían ido para no volver jamás.


Me preguntaba cómo se sentiría mi madre al respecto, que estaba completamente sola en otro distrito, tratando de enmascarar el dolor de haber perdido a toda su familia, porque tenerme a mí en el estado en el que me encontraba era lo mismo que no tenerme. Una duda asalta mi mente, y me pregunto si se arrepentiría de haberse casado con mi padre en lugar del panadero. Seguramente no tendría que haber visto a su marido y a ninguno de sus hijos morir antes de que ella lo hiciera. Si tenía suerte.  


Aunque a estas alturas, era estúpido pensar lo que pudo haber sido.


Haymitch probablemente tarde mucho en darse cuenta de mi ausencia, pero lo superaría eventualmente. Se sumergiría en la bebida una vez más y casi no pensaría en mí.


Entonces me pregunto si Peeta lloraría por mí. Si me extrañaría, o si por el contrario le estaría haciendo un favor, ya que el muto que atentaba contra su vida, su seguridad, su enemigo había sido eliminado.


Quizás sería mejor si él lo viese como un favor.


Me pregunto también como se sentiría la muerte y si abría algo para mí en la otra vida.


Me sentía cansada, tan cansada que me hacía dudar de la paz que pudiera traerme la muerte. Pero tampoco quería seguir viviendo.


Sin embargo, no puedo moverme de donde estoy. Mi cuerpo ya había cedido y el sopor retorna con fuerza a mi mente cuando caigo en cuenta de ese detalle.


No me di cuenta de en qué momento exactamente me quede dormida, pero no tengo un descanso carente de sueño. Sin embargo, tampoco sé si definirlo como pesadilla.


Estoy caminando a los alrededores de la panadería, intimidada por la cantidad de gente en las calles. En el distrito de ahora, no había ni la mitad de habitantes, ya que la mayoría estaban muertos y unos cuantos se habían reubicado.


La gente caminaba, murmuraba cosas, señalaban la panadería e incluso, me pareció distinguir miradas de pena. Llevada por la curiosidad, me acerco a la panadería y escucho a dos señoras de edad comentar entre ellas.


-Me parece que la historia se repite una vez más. – murmura una, revisando algo que llevaba en sus manos.


-El muchacho tiene la misma suerte que su padre, casi parece algo hereditario. Espero que si algún día tiene hijos y uno de ellos es varón, lo tenga lo más alejado posible de Katniss Everdeen y sus crías, o de lo contrario solo será una herencia de dolor.


-Un corazón roto más, uno menos. No veo donde haya tanta importancia.


-Igual me da pena. – contesta consternada, dándole un vistazo a la panadería antes de seguir con su camino.


Tengo que apretar los puños para contener el impulso de gritarles, pero lo logro antes de entrar apresurada a la panadería. Esta vacía. 


¿Estoy en el mismo sueño que tuve la última vez? ¿Era una repetición desde otra perspectiva o era una continuación?

Para averiguarlo, subo las escaleras y entro en su habitación, esperando encontrarlo en su cama, donde lo deje la última vez. Pero no esta ahí, si no que esta parado en frente de su ventana, con la mirada perdida en algo más allá de los que sus ojos parecían enfocar en esos momentos. Me acerco a él y me paro a su lado, mi mirada siguiendo la suya. Sus ojos apuntaban hacia el bosque, pero por la mirada nublada que bailaba en sus pupilas, no parecía estar mirándolo en realidad, parecía más bien perdido en sus pensamientos.

Me pregunto una vez más si él podría verme, pero no hago nada por averiguarlo. Aún no sé cual es el estado mental de este Peeta, pero si esta envenenado, es probable que lo mejor sea que no me viera.

No sé cuántos minutos pasan, cuando de repente él se mueve y comienza a abandonar la habitación. Llevada por la curiosidad, lo sigo, bajo las escaleras detrás de él y salgo de la panadería, para seguirlo por las calles. Camina lentamente, noto, pero la determinación esta escrita en su rostro.

Tengo ganas de gritarle cuando veo que sube la colina de la Villa de los Vencedores, pero luego recuerdo que él también vive ahí. Pero no tardo en darme cuenta de que no es a su casa a la que se dirige, y ni siquiera le da un vistazo a la mía. Es a la de Haymitch.

Lo encontramos con la cara recostada en la mesa, pero cuando Peeta lo sacude, nos damos cuenta de que esta despierto. No podría decir que completamente sobrio, pero no estaba completamente borracho, tampoco.

-Necesito hablar contigo. - Le dice Peeta y Haymitch le dedica enseguida una mirada seria.

Por un momento, tengo el sentimiento de que Haymitch sabía que esto pasaría y estaba tratando de quedarse más o menos estable cuando el momento llegara.

Me pregunto donde esta la otra versión de Katniss en este sueño, la que me niego a reconocer como yo misma.

Peeta se sienta en el sofá y Haymitch le sigue, desplomándose frente a él.

Se observan por un largo momento, antes de que uno de ellos decide romper el silencio.

-Entonces, ¿cuanto tiempo quieres quedarte aquí? O en el peor de los casos, ¿cuándo te vas? - le dice Haymitch, con su habitual tono brusco, pero sin mostrar ninguna emoción.

Puedo ver cómo sus palabras no producen nada en Peeta, no le afectan en lo más mínimo, por lo que deduzco que él ya lo había considerado.

-Katniss se fue. Esta muerta. ¿Real o no real?

-No, Katniss no murió. Solo se casó.

Peeta asiente, aún sin mostrar emociones en su rostro.

-Y yo.. estuve en su boda. Traté de matarla. Cuando iban a quemar el pan, trate de clavarle el cuchillo con el que estaba cortando las rodajas en el pecho. Pero tú me detuviste. ¿Real o no real?

Haymitch lo observa por un momento, sus ojos pensativos. Yo también lo observo, pero estoy segura de que mi expresión debía ser otra. Porque ya tengo una de mis respuestas. En este extraño lugar, en este estúpido sueño él también estaba envenenado.

-¿Real o no real? -insiste.

-No real. Le dejaste un pastel y luego te fuiste. Un rato después, me fui yo.

Él asiente y veo la primera emoción cruzar su rostro. Consternación. - Ayer fui al bosque. No sé porque lo hice... pero tuve un impulso. No llegué muy lejos, de todos modos. Pero tuve un ataque.

Haymitch solo lo observa en silencio, esperando pacientemente a que él continúe.

-Ella no era un muto. Tenía claro quién era, pero .. era cruel. Podía verla, escupiéndome cosas en el rostro, riéndose en mi cara. Se deleitaba con mi dolor, cada vez que sentía que estaba a punto de llorar .. ella me miraba con placer. El cuchillo estaba en mi mano y yo solo quería hacer que parara. Quería que me dejara. Quería que se fuera y no volviera nunca más. Entonces, la maté. O eso fue lo que quise hacer.

-No sé qué es peor - continúa. - si estar sano o estar en medio de un ataque. Se siente igual de las dos maneras. - Cuando voy a casa, no hay nadie. Pero ni siquiera puedo llamarla casa, porque esta tan vacía, fría y desprovista de vida, que parece más bien una caja, un encierro. Cuando voy a la panadería, solo pienso en cada uno de ellos, y me odio a mí mismo porque me doy cuenta de que sus recuerdos están comenzando a desvanecerse. Ya ni siquiera recuerdo como se llamaba mi madre - dice y le dedica una sonrisa que contradice la tonalidad de sus palabras y la expresión de su rostro. - Me siento solo, muy solo. No sé cómo diferenciar lo que es real de lo que no. No sé como lidiar con el dolor ni con todos los lugares que solo me traen memorias. Esta mañana, cuando vine aquí escuché a la gente del distrito murmurar sobre mi, apuntándome y mirándome con pena. Entonces decidí que tampoco puedo soportar verlos a ellos. 

-¿Qué es lo que quieres? ¿Qué me estás pidiendo? - dice Haymitch. Lo único que logro diferenciar en su rostro es seriedad.

Peeta pasa los dedos de su mano por su cabello, despeinándolo. - Quiero irme.

-No tienes porque irte. - me sorprendo hablándole directamente, antes de procesarlo demasiado. Pero después me hecho para atrás, porque acabo de escuchar sus razones. ¿Qué podría ofrecerle yo, para que él tuviera ganas de quedarse aún por sobre todo lo que le disgusta? ¿Qué se quede conmigo?

Pero en este lugar, ¿quién era yo? ¿Esta espectadora, que ni siquiera sabía que tan vista u oída podía ser? ¿O la otra Katniss, la que ya era una esposa en estos momentos?

-¿Dónde?

-En el distrito cuatro. Necesito tratar aunque sea por una vez vivir. También quiero ver cómo lo esta llevando Annie. Sí no funciona, entonces .. me rendiré y no seguiré viviendo.

-Debo suponer que estás aquí para que yo te ayude a marcharte. - dice Haymitch. Luego sacude su cabeza, como si tratara de desechar algún pensamiento. - Apreciaría realmente que esto funcione, chico. No me obligues a asistir a tu funeral.

Peeta solo lo observa. No trata de ofrecerle palabras confortantes, tampoco le regala ninguna promesa. De todos modos, Haymitch se levanta y murmura un seco - Déjame hacer algunas llamadas. -antes de desaparecer de mi vista.

Entonces observo a la persona sentada en el sofá y me pregunto en la realidad de este sueño, mientras siento el sopor abandonarme y la luz del día hacer que mi visión se torne color naranja.

Antes de que me de cuenta, estoy parpadeando repetidamente para que mis ojos se adecuen a la luz. Me levanto del lugar donde estaba acostada y estiro mis músculos, antes de decidir que tenía que volver a casa. Por la posición del sol, intuía que era mediodía. Lo mejor sería buscar mis flechas y llevarle una ardilla a Sae, como recompensa por su paciencia conmigo.

Mientras voy, millones de preguntas recorren mi mente. Cómo cuál era el objetivo de esos sueños y porqué los estaba teniendo. Pero la única pregunta que realmente queda, es si el chico del pan de ésta realidad también estaba deseando marcharse.


2 comentarios:

  1. *Corre en círculos*
    Chasing Cars me deja sin aliento *o*
    En especial el final, que me deja con las ganas de saltar de un edificio!
    Ok, *cuenta hasta diez* me calmo antes de que lo haga en verdad.
    Belén, creo que voy a llorar *w* Muero por el siguiente capítulo.
    Cuídate,

    Sky..

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  2. OMG!!!! supieras lo melnacolica y emocionada q me dejas!! Belen,xd de repeso primero suena chasing cars xd recomendas y suena open your eyes y rematamos xq justo mientras escribo esta sonando safe aund sound T.T el mundo conspira aaaaaw este fic es lo maximo, pero porfavor no te demores en actualizar,, pobre Peeta, pensar q Katniss lo deja, pobre m cico del pan ,, pobre y con esto de que la pelicula esta ceracme lleno de motivos, jaja okas ya C: te leo, creoq ahora Katniss ya vio, y tomo su decision(? espero q asi sea d lo contrario la abofeteare el prox cap, xd ya, chau

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My fanfiction world© :por Belén Vieparoles :: 2012~2013