Capítulo 4 - Chasing Cars

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If you're searching for a place you know
A familiar face, somewhere to go
You should look inside yourself
You're halfway there
Exhale - Whitney Houston.  
  Capítulo 4.

Las semanas pasaban iguales, a tal punto que llegué a olvidar en que momento terminaba un día y en cual empezaba el siguiente.

Sae seguía viniendo cada mañana a asegurarse de que estuviera comiendo, hasta que un día dejó de venir. En mi mesa nunca faltaba un pan caliente y una taza de té, por lo que me llevo un buen tiempo darme cuenta de que la presencia de la mujer estaba faltando. Tal vez solo me di cuenta porque un día llegue de mi mañana de caza y encontré la sala hecha un desastre, cosa que no había ocurrido desde que Sae comenzó a ocuparse de mí.

Desconocía el motivo por el que ella dejó de venir. Lo único que podía asegurar era que el té y el pan recién hecho en mi mesa no era algo que estuviera allí todos los días cuando ella estaba, por lo que suponía que el día que comencé a tenerlos fue el día en que ella dejó de venir.

No se requería de demasiada reflexión para saber quién era el responsable de mi desayuno, sin embargo, la última vez que lo había visto, las hojas recién empezaban a caerse de los árboles. Cuando salí esta mañana, noté que en el piso ya comenzaba a formarse una pequeña capa de nieve.

Sin embargo, Haymitch comenzó a venir a más seguido. Si intentaba hablarme, no lo notaba, pero creo que nunca lo hacía de todos modos. Venía a la hora del desayuno, se sentaba conmigo, comía algo y luego se retiraba sin despedirse. Luego volvía al día siguiente.

Algunas veces no se presentaba, pero intuía que se debía a que estaba demasiado borracho para estar consciente, mucho menos levantarse. Pero estaba bien, porque tenía la creencia de que él venía a asegurarse de que estuviese viva y comiese algo, en lugar de estar deseoso de compañía.

De a poco, caímos en una rutina.

Yo cazaba, Haymitch bebía, Peeta horneaba.

Y tenía la certeza de que él horneaba y cocinaba, porque otra cosa que nunca faltaba en mi mesa era el almuerzo. Cuando volvía de cazar me dirigía a la cocina y trataba de comer, luego me retiraba y trataba de buscar cosas para mantener mi mente ocupada. Otras veces, pasaba de largo y el plato de comida quedaba sin tocarse en la mesa todo el día, hasta que el día siguiente era reemplazado por el desayuno.

Quizás fue por eso que una mañana, cuando entre a la cocina y encontré en la mesa vacía a excepción del plato sucio del almuerzo de ayer, por primera vez en mucho tiempo pude sentir afuera de mi habitación una emoción distinta, pero no mucho mejor que la depresión. Pánico. Ansiedad. Confusión.

No me había dado cuenta hasta qué punto aprendí a apreciar las rutinas y el pequeño confort que me brindaba el pan hasta que ya no estuvo ahí.

Me sujete del marco de la puerta mientras trataba de contener el impulso de contener el aire, preguntándome que podía significar esto.

Quizás se quedó dormido... pero si tenía tanto éxito como yo dentro de su habitación, entonces era completamente improbablemente. Quizás se olvidó… o se cansó de cocinar para mí.

Tan pronto como las excusas venían a mi mente eran desechadas.

Mis pies se estaban dirigiendo a su casa antes de que la desesperación empezara a formar posibles escenarios en mi mente.

Esto no era parte de la rutina. Haymitch no presentándose era algo natural, pero la falta de la comida en mi mesa era algo que por mucho tiempo había estado ahí sin falta, a tal punto de haberse transformado en una rutina. Y romper una rutina era intolerable.

Mis pies frenaron bruscamente cuando estuve en frente de su casa y fue recién entonces que realmente comencé a considerar su estado. ¿Qué pasaba si él estaba en medio de un episodio y yo entraba?

Mi cuello comenzó a punzar, como si las marcas de sus dedos aún estaban frescas. Comienzo a dudar. ¿Debería entrar a verlo? ¿Trataría de matarme? ¿Sus intentos serían fulminantes o sería yo lo suficientemente rápida para salir de ahí?

Estaba tan silencioso…

Pero él y yo teníamos una promesa, un acuerdo mutuo.

Nos protegíamos el uno al otro.    

Abro con cuidado la puerta de en frente y cuando entro, lo hago aún con más cuidado. Mis ojos escanean frenéticamente el lugar en busca de su figura mientras mis oídos están alertas a cualquier sonido. Cuando no veo señal de él en todo el lugar, mi cuerpo se relaja por unos escasos segundos.

Entonces, mi mente registra lo que podría significar y la tensión regresa de golpe, con más fuerza que antes.

Hay vidrios rotos esparcidos por todo el suelo, muebles tirados, cuadros desbaratados.  Pero por más que hago un esfuerzo, no recuerdo haber oído el ruido de la destrucción en ningún momento.

Con pies temblorosos, me aventuro a subir las escaleras. Mis pies, acostumbrados a moverse siempre con sigilo no hacían ruido alguno, pero el latido de mi corazón frenético retumbaba con tal fuerza en mis oídos, que por un segundo contemplo con temor la idea de que quizás Peeta pueda oírlo.

Cuando miro por el pasillo, veo las pinturas desparramadas por las paredes y el suelo. Camino evitando pisar el desastre, preguntándome por un momento cómo iba Peeta a limpiar eso luego. Quizás tendría que volver a pintar las paredes y cambiar la madera del suelo, pero no eso no estaba mal del todo, porque seguramente le ayudaría a mantener su mente ocupada y una parte de mí pensaba que incluso disfrutaría realizar ese tipo de tareas. Siempre y cuando no piense en cómo causo el desastre en primer lugar.

Me dirijo directo a su cuarto y al no encontrarlo, la poca valentía que me mantenía moviéndome casi se esfuma por completo, porque sabía que solo me quedaban dos lugares donde buscar. En el baño y en el cuarto que él había reservado para pintar.

Con las rodillas temblorosas y el estómago cosquilleándome de una manera molesta, abro la puerta del baño y al encontrar su cuerpo acurrucado dentro de la tina, mi cuerpo se congela.

La tina estaba vacía y él tenía toda su ropa puesta, pero no es eso lo que me molesta, es la posición en la que esta; con su cabeza enterrada en sus rodillas y las palmas de sus manos abiertas hacia arriba, llenas de sangre.

Desde mi posición, podía notar que su pelo había crecido considerablemente y si bien el cambio en su figura no era mucha, ya no se veía tan pequeño y demacrado.

Había pasado mucho tiempo.

-¿Peeta? – lo llamo, insegura.

Y cuando él levanta y me mira con ojos calmados, es cuando la realidad de lo que está pasando me golpea. Yo estoy aquí, en su casa, en su baño. Con Peeta. Y ahora él está esperando a que yo hable.

Esto no era parte de mi rutina. Romper rutinas estaba mal.

Todo lo que quiero hacer es girarme y salir corriendo, esconderme en el armario y no salir hasta que Haymitch note mi ausencia y venga a sacarme a la fuerza, como ya había ocurrido antes. Pero mis pies parecían haberse quedado dormidos.

Si bien sus ojos me miraban calmados, también me miraban vacíos y desenfocados. Parecía que había estado perdido en pensamientos no más confortables que los míos, pero al menos, no parecía que tuviera ganas de matarme.

-Katniss. – Es todo lo que dice.

Pero yo no sé qué decir. Entonces, hago lo único productivo que se me ocurre.

Abro el botiquín del baño y saco desinfectante, algodón y vendas. Me acerco a la tina donde él esta, con pasos lentos y cuidadosos, dándole el tiempo suficiente para rechazar mi contacto y en el más esperado de los casos, echarme de su casa. Pero todo lo que él hizo fue ofrecerme sus manos.

Empiezo a quitar los vidrios incrustados en sus palmas, luego limpio la sangre y desinfecto los lugares donde hay cortaduras. Peeta aguanta todo sin inmutarse, o dirigir su mirada hacia mí.

El silencio comienza a ser cómodo cuando él dice algo.

-Ya has curado mis heridas antes. ¿Real o no real?

-Real. – respondo de inmediato, pero no ofrezco nada más, pero él tampoco lo pide.

Termino de vendar sus manos y le agarro de las muñecas, alejando sus manos para contemplar mi trabajo. Lo que no me espero, es que él mueva sus dedos para rozar mis muñecas, dibujando sus caminos hasta los míos sin abandonar mi piel en ningún momento, hasta entrelazarlos.

El contacto es todo menos nuevo, sin embargo, la sorpresa es tanta que mis ojos salen disparados a su rostro para encontrarlo devolviéndome la mirada.

Sus ojos seguían viéndose calmados, ya no perdidos, si no cálidos. Me observaban de una manera tan única del viejo Peeta, que no pude evitar sumergirme en las memorias y aunque tratase de evitarlo, el anhelo. Pero también había algo más en su mirada. Duda.

Es ese sentimiento el que me hace despertar y recordar que el chico frente a mí ya no es un chico, y jamás volvería a ser el viejo Peeta. Pero yo tampoco era la misma. Jamás volvería a ser la mitad de lo que alguna vez fui.

Me suelto bruscamente de su agarre  y antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo, me encuentro corriendo, lejos de él, lejos de los recuerdos, lejos de los deseos de pensar. Me encierro una vez más en mi casa y me escondo dentro de mi armario, porque la soledad y el silencio era algo que tenía más que asumido que merecía, por lo que eran ambientes en los que podía encontrar al menos una pizca de seguridad.

Romper rutinas era malo.

Por eso no volví a hacerlo. Pasaron tres semanas antes de que lo volviera a ver, pero el pan no volvió a faltar en mi mesa.


Siento muchísimo haber tardado y encima volver con un capítulo corto, pero andaba de exámenes y con cero inspiración para escribir nada, además, me fue mal en tres materias. Pero quería escribir ya aunque sea un poquito para retomar el ritmo y quedarme un poco más tranquila.El siguiente capítulo será el doble de largo, promesa de dedito lm/Muchas gracias a todos los comentarios, los aprecio muchísimo :)

2 comentarios:

  1. Jenith paola Sanchez8 de junio de 2012, 22:26

    aaaaaw <3 Peeta pobre...... pues igual está chevere el cap, seguré lesshendo :D

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