Cap 1~Chasing cars

~

Capítulo 1.


Cerré con furia la puerta detrás de mí y me dirigí al patio. No tenía el ánimo suficiente con para mirar a una persona al rostro y sentirme igual de humana. Solo quería alejarme de todo, cerrar los ojos e imaginar que el vació dentro de mí desaparecería con solo desearlo. Pero la verdad era que me sentía como si me estuviese ahogando en un montón de agua.
De eso era lo que se había tratado la pesadilla hoy. Toda la gente que había perdido se acercaba a mí y me abría el pecho, para arrancarme el corazón y un pedazo del alma, hasta que mi cuerpo quedaba completamente vacío por dentro y hecho un desastre. Esa parte del sueño era muy larga considerando la cantidad de gente de la que se trataba. Entonces, me tiraban al mar para que me ahogara en sus profundidades. Mi cuerpo estaba entonces lo suficientemente cansado y destruido para plantearse entonces la posibilidad de nadar a la superficie. Aunque el problema también era que no me quedaba deseo alguno de nadar para salvarme.

Así que caía, caía y me ahogaba entre las oscuras aguas del mar hasta que despertaba gritando e inhalando frenéticamente cómo si aún me estuviese ahogando. Enferma de tratar de conciliar algo de sueño, de encerrarme en la sala y de enferma de mí misma, salgo de la casa tratando de conciliar algo de aire para llenar mis pulmones y esa sensación de estar ahogándome me abandone. Hacerlo era más difícil de lo que pensaba. Porque cada vez que cerraba los ojos veía detrás de la oscuridad de mis parpados sus rostros, cómo ellos habían muerto por mí y cómo yo no había hecho nada por salvarlos. O en otro caso, todo lo que yo había hecho no había sido suficiente.

Entonces me invadía un dolor por todo el cuerpo, la clase de dolor que entumecía todos los músculos y te dejaba paralizado, con aquel cosquilleo doloroso en el estómago que te hacía sentir todo vacio por dentro. Incluso ardían los ojos, porque escocían pero nunca soltaban ninguna lágrima. Incluso la garganta se me cerraba por los sollozos que nunca escapaban. Si tan solo estuviese ávida para llorar, quizás hasta la culpa sería una carga más fácil.

Entonces, trataba de enumerar todas las cosas buenas que le había visto a hacer a esas personas alguna vez. Recordarlas por lo que fueron, no por la manera en la que se perdieron de este mundo. Finnick reiniciando el corazón de Peeta. Mag sacrificándose. La boda de Finnick y Annie. Gale y yo cazando todos los días por sacar adelante a nuestras familias. El dulce canto de Rue. La bondad y las manos curativas de Prim…

Entonces me detenía en las últimas líneas de pensamiento porque el sollozo finalmente escapaba de mi garganta y las lágrimas que creía drenadas humedecían mis ojos. Porque recordar las cosas buenas en Prim o Rue hacía que deseara más haberlas salvado para que ambas pudieran ver el nuevo mundo que se estaba construyendo. El nuevo mundo en el que ambas merecían haber vivido, pero jamás alcanzaron a ver. El mundo en el que vivíamos no estaba construida para gente buena como ellas, por eso terminaron marchándose. El mundo no se merecía sus presencias dándole algo de brillo y esperanza sobre toda la destrucción. Toda la gente buena que conocía había terminado muy dañada o muerta.

Esta se sentía cómo una de esas mañanas en la que me sería imposible encontrar placer en las cosas, porque tenía miedo de que me la arrebatasen. ¿Pero que más podrían arrebatarme? Sí yo era una persona que ya lo había perdido todo.

Entonces recordé a mi madre, construyéndose una nueva vida en el districto 4 en donde hubiera alguna mínima posibilidad de que pudiera encontrar un poco de felicidad. O al menos, apaciguar lo suficiente el dolor con para que le resultara cómodo y posible seguir viviendo. Y al parecer estaba progresando, ya que después de más de seis meses, comenzó a sentirse lo suficientemente fuerte con para llamarme y escuchar mi voz. Al comienzo era realmente difícil compartir más de tres palabras con ella. Tenía un montón de sentimientos encontrados, quería decirle todo y nada a la vez. Quería gritarle y reclamarme un montón de cosas, pero después recordaba que no estaba siendo justa y no podía culparla del todo. Quería saber también si ella me culpaba a mí por no haber salvado a Prim. Si lo estaba llevando tan mal como yo, que cada vez que pensaba en su nombre, en su hermoso rostro o en su cola de patito que siempre se formaba con la cola de la camisa cuando se le escapaba de la falda o el pantalón, le era imposible contener las lágrimas y aovillarse a esperar que el dolor y el llanto la consumiera.

También tenía a Haymitch, que los últimos meses parecía estar más ebrio que sobrio, aún más allá dentro de sus propios estándares. Solía visitarme de vez en cuando, aunque sospechaba que era más por mí que por el hecho de que él necesitara compañía humana. Haymitch odiaba al mundo y el mundo odiaba a Haymitch, y eso no había cambiado nada. Aparte de la realización de lo parecidos que éramos ambos. Y que había conseguido tres gansos hace dos semanas y se había dedicado a criarlos.

Y por último, tenía a Peeta. Observé con cierta reprensión como el humo salía por la chimenea a dos casas de la mía, dándole una especie de calidez a la que carecían las otras dos casas. Lo cierto era que la casa de Haymitch estaba cubierta de una aura que con la que resultaba desagradable incluso pararse en la entrada de la casa. Y el estado en la que la mía se encontraba era algo que no podía importarme menos. Sí aún seguía quedándome en ese lugar era porque no tenía otro lugar a donde ir.

No había nada dentro de ese lugar que estuviera interesada en retener, o nada que estuviera interesada en contemplar todos los días cada semana.

Pasó por mi cabeza un segundo la idea de visitar a Peeta. Mis pies se estaban moviendo a en su dirección incluso antes de que yo terminara de sopesar la idea, como si hubieran cobrado vida propia y decidieron que tenían respuestas más sanas que mi cabeza. Porque cuando mi cabeza razonó la idea, ordeno a mis pies a detenerse, a mi cuerpo dejar de marchar.

Peeta y yo aún no éramos lo suficientemente cercanos con para que yo apareciera frente a su casa sin invitación. ¿Qué pensaría él si me viera aparecer de repente dentro de su territorio? ¿Me vería como una intrusa? ¿Una enemiga? ¿Una aliada?...

Aliada. Enemiga. Amante. Muto. Amiga. Resonó dentro de mí, recordando las palabras que mi memoria había retenido desde hace mucho tiempo. Ordene a mis pies a que dieran media vuelta y cambiaran de rumbo, aunque estos parecían recios a seguir mis órdenes. Definitivamente éste no era el mejor momento para ponerme a pensar en estas cosas, no después de una pesadilla donde todos los caídos alguna vez amados por mí me descuartizaban y luego me abandonaban en el mar para dejarme morir.

Pero una parte inconsciente, la que solo se dedicaba a sentir, de alguna manera aún seguía buscando ese confort después de un momento malo en aquel par de brazos que alguna vez parecieron ser mi protección del mundo externo.

Estaba bajando de la colina rumbo a la ciudad cuando mis hombros se tensaron. Entonces recordé que en cinco semanas enteras yo no había ido ni una sola vez a la ciudad. Tal vez porque ver cómo la gente reconstruía sus vidas sobre una tumba, sobre las cenizas de lo que yo impulsé en mi pasado era demasiado doloroso de reconocer. Quizá porque aún me quedaba algo de conciencia.

Pero era demasiado tarde para regresar ahora que ya estaba ahí, además de que mis pies parecían no dejar de moverse aunque yo tuviera toda la intención de parar.

A mi alrededor mucho había cambiado, la gente parecía moverse demasiado rápido para ser once meses los que habían pasado desde que todos habían vuelto. En lugares en donde no había más que escombros y polvos la visión de pequeñas casas, verdulerías o tiendas resultaba reconfortante mientras olvidara que estaban rehaciendo sus vidas sobre una tumba.

En la esquina, frente a la verdulería estaba Sae la Grasienta recogiendo algunas lechugas. Pareció percatarse de mi presencia con facilidad considerando la distancia en la que me encontraba, ya que se giro hacia mí y regalándome una mirada cálida me hizo señales para que me acercara a ella. Mis pies parecieron moverse por inercia cuando empecé a caminar hacia ella, buscando inconscientemente contacto humano por primera vez en muchas semanas. Quizás fuera solo porque reconocía a la persona a la que estaba buscando y aunque ella venía todos los días a mi casa a dejarme el desayuno servido sobre la mesa, llevaba varios días sin verla.

Me encontré con ella cuando intercambiaba un ramo de lechugas por algún jugo al sudoroso verdulero. Supuse que no era un mal trato.

-¿Por qué no me acompañas a casa? Te ves cansada. Vamos, te haré algo de té. – dijo Sae, metiendo sus verduras dentro de una bolsa.

No respondí de ninguna forma, pero ella supo captar mi silencio de manera correcta y comenzó a caminar hacia su hogar, esperando que la siguiera. Su casa quedaba enfrente de la verdulería, algo que le terminaba resultando bastante conveniente considerando quien era ella y a que se dedicaba.

Abrió su puerta con un suave movimiento del pie y me invitó a pasar delante de ella. Subí los únicos cuatro escalones que me llevaban a la puerta y me sorprendí al encontrar mis pies pesados. Me di cuenta recién al entrar a la pequeña sala que ese simple movimiento me había dejado un poco agotada.

Sae dejo sus bolsas sobre la mesa y me indicó que me sentara en el sofá mientras ella iba a la concina a preparar algo de té. Cuando mi cuerpo se hundió entre la suavidad de los almohadones viejos mis piernas se relajaron, agradecidas y tenía una presión en el pecho que pareció aligerarse un poco cuando recosté mi espalda y deje escapar un pequeño suspiro.

Un olor a te de manzana y vainilla llenó el ambiente. Entonces, algo más relajada por cómo me había acomodado recién, eché también la cabeza para atrás y cerré los ojos. Era increíble lo cansada que me encontraba de repente y lo pesado que se sentían mis parpados cuando no hacía más de una hora que había despertado. Aunque para ser sincera, en el transcurso de todos estos meses no recordaba un solo día de sueño pacífico. Tan solo eso ya era una pesadilla.

Sentí vagamente a Sae venir junto a mí y escuchar el tintineo de las tazas al ser bajadas sobre la mesa. Sentí como me tomaba por los hombros y me empujaba hacia abajo y yo no me resistía, dejándome acomodar por ella en el viejo sofá. Escuché cuando me susurró en el oído algo como que tenía que dormir porque me veía muy cansada, y ahí, entre los cómodos almohadones acobijándome, el dulce aroma del té que relajaba mis músculos y sus manos grandes acariciando mis cabellos, me dejé ir.

Ahí fue cuando todo empezó. Y quizás, ese fue mi error.

2 comentarios:

  1. Oh, mierda.
    Me has dejado con muchísimas ganas de leer mas!
    Eres super buena escribiendo! :D
    Me encantooo! <3 Buen trabajo!

    ResponderEliminar
  2. O.o aaaw Bel, no tengo puta idea de xq no habia leido antes xd muero, me gusta, okas, ire al segundo ya mismo!!!!!

    ResponderEliminar

My fanfiction world© :por Belén Vieparoles :: 2012~2013