Capitulo VII - Viva la vida.

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Era yo un hombre sacudido por un terremoto,Un hombre paralizado por una disonancia.
Anne Rice.
Capítulo VII
“¿Bella? ¿Estás bien?” preguntó Edward mirándola de reojo.
Bella apartó unos segundos la vista de la ventana y le dedicó una sonrisa, aunque no fue lo  suficientemente convincente. Edward frunció el ceño. “Estoy bien, son solo los nervios”
“Ajá” dijo no muy convencido. Más no dijo nada.
Aparcaron frente a la casa de los Hale, quiénes muy amablemente habían ofrecido su casa para celebrar el banquete de bodas. Edward bajó del auto casi danzando con todo su entusiasmo renovado y le abrió la puerta, y le ayudó a salir a Bella del coche. Al instante en el que Bella alzó la mirada y la posó en la casa de los Hale, sus ojos se abrieron como platos y su quijada casi toca el suelo, de una manera casi graciosa. Más que casa, parecía una enorme mansión. No, no, parecía un castillo más que una mansión, de esas a las que solo puedes darte el lujo de construirlas en tu imaginación. Parecía un retrato sacado de las mismas novelas de Austen, comparó. Sintió una suave risita soplar en su oído y no pudo evitar estremecerse cuando su aliento masculino colisiono contra su sensible y ahora humana piel. Fue algo que poco a poco iba en aumento, y se estaba comenzando a escapársele de las manos.
“¿Impresionada?” susurró en su oído.
“¡Es tres veces más grande que tú casa!”
“Cariño, la casa en donde vivo es solo la casa de verano” contestó, tratando de tragarse una próxima risita que estaba por salir.
Bella se giró hacia él con una expresión desconcertada.
“¿Tienes una casa como esta?” casi chilló.
Edward rió entre dientes. “Soy un futuro duque, Bella. Poseer esta clase de terrenos es completamente natural.”
“Oh” frunció el ceño, como perdiéndose en sus pensamientos.
Edward le ofreció su brazo para escoltarla. Pero la castaña aún mantenía su semblante apacible y un torrente de pensamientos en la mente que peligraban con salir a flote en su expresión y delatarla. El joven tuvo que meterle un delicado codazo para poder llamar su atención. Bella saltó en su lugar y alzó la mirada, para encontrarse con el silencioso ofrecimiento del joven.
Aceptó gustosa.  
La sonrisa en el rostro de Edward era impagable. Sus ojos esmeraldas brillaban más que nunca y alzaba la barbilla orgulloso, sintiéndose la persona más afortunada en ese momento. Todo su rostro parecía relampaguear radiante en ese momento, que parecía casi una burla no creer que aquel era un hombre enamorado.
Aunque su corazón aún no se haya dado cuenta de eso.
 “¿Por qué sonríes tanto?” le susurró Bella, con una pequeña sonrisita traviesa.
“Aún no estoy muy seguro. Creo que es porque al verte entrar de mi brazo esas chicas se hagan la ilusión de que mi corazón ya está tomado y al fin me dejen en paz. Pero también creo que en su mayoría se debe a que estoy de la mano de la criatura más bella e inocente que haya visto y que todos los hombres se pondrán verdes de envidia al verme con semejante cosita. Pero yo seré humilde y atribuiré a que soy el hombre más afortunado solo porque fuiste tú quién decidió acompañarme” le sonrió tímidamente, sintiendo sus mejillas arder.
Una especie de brillo apareció en las pupilas de Bella. “Sabes, me estás dando más méritos de los que merezco” sonrió. “Aunque probablemente te arrepientas de haberme traído a mí a un lugar tan elegante con las hipócritas más bellas y bien vestidas que jamás haya visto. No prometo nada” el joven arque una ceja. “No, ni pienso hacerlo”
Es adorable. Probablemente sea el primer hombre que conozco que se sonroja al hacerle un cumplido a una chica, aunque esta fuera una pobre alma que necesita de cuerpo de otras personas para acompañarle a estas cosas. Sus ojos se entristecieron.
Edward rompió sus inhibiciones y se inclino a besar la mejilla de la castaña, que ardió bajo sus labios. “No pienses eso” dijo, observándola a los ojos.
¿Desde cuándo era él el lector de mentes? Se preguntó.
Ambos, sonrojadísimos, acudieron al recibidor, donde los señores Hale estaban recibiendo a los invitados.
Edward sonrió alegremente al encontrarse al señor McCarthy abrazando por la espalda la cintura de su esposa. Por más que poseyeran el dinero para comprar medio país, seguían siendo muy humildes de corazón y jamás le habían importado las estúpidas reglas del decoro. Aunque en esa época, ya no eran tantas como en las anteriores.
“¡Esme! ¡Carlisle! No saben el gusto que me da verlos” saludo sonriente el joven.
Ambos voltearon la cabeza hacia él, y al instante, una radiante sonrisa se extendió por el rostro de Esme McCarthy. Se soltó del agarre de su esposo y se lanzó al cuello de Edward con una risita sorda. Realmente le hacía feliz ver al muchacho otra vez.
“¡Edward! ¿Y a ti cuando se te iba a antojar ir a visitar a esa pobre señora? ¡No te he visto en años!”
“Lo siento, Esme. No he podido viajar muy a menudo”  sonrió, apartándola amablemente. “¿Cómo estas, Carlisle?”
“Muy bien, muchacho. Muy bien. ¿Quién es esta adorable señorita que te acompaña?”
“Oh” dijo Edward, atrayéndola hacia él por su cintura “Esta es Bella”
“Mucho gusto” saludó, con sus mejillas coloradas.
Edward giro su rostro hacia ella y descubrió que lo estaba observando fijamente. Le sonrió cariñosamente. “Será mejor que entremos. Tenemos que ubicarnos en nuestra mesa” ella asintió. “Nos vemos, señores McCarthy. Un placer volver a verlos.”
Bella simplemente no podía dejar de sentirse impresionada por lo que era el lugar. En la época en donde estaban, se estaban acercando lentamente al siglo XX, pero todo ahí adentro parecía tan medieval, tan mágico, que ella no podía evitar no sentirse como en los 1800´s. Se sentía como si hubiera entrado en una de esas novelas románticas de escritoras infinitamente soñadoras y ella era la heroína. Podía quedarse con su príncipe azul y terminarían viviendo en su castillo en alguna lejana y remota colina, en donde pudieran apreciar la belleza de los prados y los animales desde el jardín.
Sonrió imperceptiblemente. Soñar no cuesta nada, ¿verdad?
Edward le apartó la silla caballerosamente y él tomo asiento en su lado. La mesa de banquetes era una sola. Pero era tan inmensa, que Bella calculaba que fácilmente allí podrían comer unas doscientas personas perfectamente cómodas. Era como un rectángulo de tres lados, juzgando su forma y el decorado se veía “exquisito” como decían los duques, pensó la castaña con diversión.
La castaña bajo la vista y se encontró con por lo menos tres distintos tenedores, cucharas y cuchillos, y un plato playo con otro hondo encima. Se sentía un poco impresionada al decir verdad. Pero no sabría decir si eso iba de buena o mala forma, en caso de que eso se pudiera calificar, por supuesto. Y tampoco quería avergonzar a Edward, teniendo en cuenta su status. En realidad, aunque él tuviera el status de vagabundo de la esquina igual le hubiese preocupado avergonzarlo.
Pero por el amor de Dios, ¿para qué ella quería tantos cubiertos? ¿Se iban a comer todo una granja? ¿Cómo era la cosa; una vaca por persona?...
Miró a Edward con la interrogante y el pánico escrito en toda su cara. El aludido solo le dedico una sonrisa y le susurró; “Tranquila, solo has todo lo que yo diga y no pasa nada, ¿de acuerdo?”
Asintió escuetamente y se guardo sus comentarios no muy decentes para ella misma. Se había prometido hace tan solo unos minutos no hacer nada por avergonzar a Edward y ahora no sería muy inteligente de su parte contestarle de alguna manera que atraería la mirada de más de uno.
Pero tampoco tuvo que haberse mordido la lengua demasiado, porque justo en ese momento las puertas del comedor se abrieron y como se tratara de los mismísimos reyes de Inglaterra, los novios entraron.
Bella identificó rápidamente al hombre grande y corpulento de simpática sonrisa como el mismo que había derribado a Edward de su caballo aquella tarde en la que él estuvo tan cerca de averiguar la verdad sobre lo que ella era. De su brazo, portaba orgulloso la figura de una rubia escultural con el rostro más bello que alguna vez la castaña había visto. Tenía los ojos como el cielo y parecía alguna especie de ángel con el vestido pomposo y adornado y la cabellera como el oro ahondando hasta la mitad de su espalda. Por un momento, la castaña tuvo un bajón de autoestima tan miserable que tuvo el impulso de esconderse bajo la mesa y acurrucarse entre los caros manteles.
Probablemente lo hubiera hecho si Edward no hubiera sostenido su mano con tanta firmeza. Quizás, solo quizás hasta le hubiera leído el pensamiento. En el momento en el que los novios ocuparon su lugar en medio de la enorme mesa, justo a uno asientos de Edward y Bella la multitud se deshizo en ovaciones y felicitaciones a la feliz pareja. Hipócritas, pensó Bella. Estaba segura de que la mitad de las personas ni siquiera sentían en realidad su felicitación. Es más, hace poco segundos había oído a unas señoras con sus sensibles oídos murmurar;
“Pavadas. A penas llevan dos semanas conociéndose y el joven ya ha logrado que se casara con ella. Serán felices hasta que el marido aproveche su buena fortuna y ella esté esperando la concepción de su cuarto hijo. Se amargaran y se volverán poco menos que amigos, mandando su matrimonio a la quiebra. Serán solo otro matrimonio común entre nosotros”
“Oh, pero sí es justo lo que le ocurrió a mi Sonia. Tan feliz por tener esposo y ahora solo mírala. Esa rubia ni siquiera tiene algo especial, ¿por qué debería de ser diferente con ellos?”
Bella puso los ojos en blanco. ¿Podrían ser más envidiosos e hipócritas todos estos duques, lord´s y toda la farfalia de la aristocracia? Ella solo esperaba y deseaba en el fondo de su corazón que Edward jamás perdiera su esencia y fuera uno más como ellos cuando fuera un duque y se olvidara de ella.
Porque la olvidaría, ¿cierto?
Aunque eso le pesara y le doliera en el fondo del corazón, no había manera de que él quisiera mucho que ver con una criatura como ella. ¿Qué era ella para él? Una maldita intrusa en su casa que había conmovido su corazón y su lado bondadoso exigía que la ayudara. Pero eso se tenía que acabar tarde o temprano, ¿verdad? Después de todo, él era solo un humano. Encontraría distracciones con el tiempo y llenaría el vacío que ella dejaría cuando conociera una hermosa mujer… se enamorara…
Tuvo que morderse el labio para evitar que los sollozos sacudieran su cuerpo.
No seas idiota, Bella, concéntrate en el cuerpo… fíjate en sus pensamientos… ¿lo ves? Lo estás perdiendo. No dejes que Lauren penetre tus pensamientos, arruinará todo el plan… Controla el cuerpo, Bella, contrólalo.
Bella respiró hondo y cerró los ojos para que nadie viera la humedad que se había acumulado en la comisura de sus ojos. Generalmente cuando tu subconsciente te hablaba en tercera persona no era mala idea hacerle caso. O por lo menos considerarlo un poco. Aún hasta los seres que no predominaban este mundo necesitaban aferrarse a sus momentos de lucidez y mantener sus corduras. O parte de ellas.
De cierta manera, eso los hacía sentir menos despiadados, menos muertos.
Observo a su lado a un Edward completamente absorto en su entorno. No había notado ningún cambio en ella. Frunciendo el ceño se giro y se encontró con un hombre regordete y una sonrisa que podía ganar el premio a la felicidad más falsa del mundo de pie, con una copa en sus manos y una sarta de boludeces de buenos deseos para los novios que parecía habérselo aprendido de memoria. Él, lo llamaba discurso de banquete. El público, se lo creía. Ella; no.
Porque ella era un alma, y como tal no se le tenía permitido formar caretas. Su naturaleza la obligaba a mostrarse tal y como era al mundo exterior, a los pocos humanos creyentes que tenía la posibilidad de verlos. Sin máscaras, sin mentiras.
Por extensión, era justo así cómo ella podía ver a la gente. Sin máscaras, sin mentiras.
Por eso podía afirmar con tanta seguridad - aparte de sus propias experiencias oscuras de cuando humana- cuan boludos pensaba que eran esas personas presentes que vestían de seda, creyendo que así podían verse superiores a otros. Mal que mal, la mona aunque vista de seda, mona se queda.
Primero, les entregaron un líquido con un plato hondo a los invitados. Bella observaba expectante cada movimiento que hacían los innumerables meseros, haciendo casi malabares para atender a todos los invitados. Sin poder contenerse, la castaña tomó la cuchara más grande de entre la selección y tomo un gran sorbo de la sopa. Un sabor extraño se deslizo a través de su garganta humana y quedó en sus papilas gustativas, hasta que unos segundos después, el sabor de la sopa la fascinó. Maravillada, probó dos, tres, y cuatro cucharas más antes de girarse a Edward con los ojos brillantes.
“Dios, ¡esta sopa esta delicioso!” se relamió los labios.
Los ojos de Edward la observaban atentos y brillaban de diversión. La castaña frunció un poco el ceño, y él sonrió. “Bella… eso no es sopa” ella frunció aun más sus cejas. “Eso es para lavarse las manos.”
La cuchara que ella estaba sosteniendo en ese momento se resbaló de sus manos y colisiono sobre la supuesta sopa en un sonido sordo, causando que unos cuantos se giraran a observarla. Sintió el calor en sus mejillas. “Oh”
No supo si aliviarse o alegrarse al saber que era el cuerpo de Lauren a quien le gusto esa porquería para lavarse las manos. Por favor, ¿quién demonios hace algo tan delicioso solo para quitarte la mugre de las manos? ¿Acaso no podían poner solo agua y ya? ¿Era tan difícil? Estúpidos aristócratas.
La segunda ronda de meseros llegó y sirvieron en los platos lo que parecía pavo y budín, con ensaladas de batatas y papas. Bella observó recelosa su pata de pavo y le dio unos cuantos golpecitos a su pavo, para tantear un poco el terreno. No quisiera ella repetir el mismo error. Una leve risita sonó a su lado.
“Eso sí es comida, Bella. Puedes comértelo.”
La aludida se giró a fulminarlo con la mirada. No ayudo el brillo desconfiado de sus ojos ni la forma en que fruncía los labios para apaciguar la diversión de Edward.
“Sigue burlándote, Masen. Yo sé dónde vives.”
La hora del banquete duro dos horas, como mínimo. De vez en cuando se interrumpía cuando alguien se levantaba de su asiento para hacer una alabanza a los novios o les vitoreaban palabras de aliento, algunas sinceras, otras divertidas. Otras que daban ganas de sugerirle que se pegara un tiro en el corazón. Edward se levantó en un momento dado con los ojos brillantes y las mejillas coloreadas. No le hacía gracia eso de que todo el mundo estuviera con su atención fija en él. Pero Emmet era su mejor amigo, y no podía vivir consigo mismo si no le dedicaba un verdadero brindis a él y a su nueva esposa. Su felicidad.
Luego del banquete, la música del salón dejo de ser una simple sinfonía de fondo y se convirtió en una melodía más alegre, más movida. Los músicos comenzaron a subir la intensidad y de pronto los susurros entre compañeros eran casi inaudibles. Edward sabía muy bien que significaba eso; era hora del baile.
Los primeros en levantarse fueron los novios. Sonrientes ocuparon el centro del salón y comenzaron a danzar un tradicional vals mientras las parejas poco a poco iban rodeándolos, sin romper ese círculo que dejaba claro quién era el centro de atención. Edward se giró hacia Bella con una sonrisa pícara.
“¿Quieres bailar conmigo?”
La castaña se revolvió un poco nerviosa. “Eh… no gracias. Siga participando.”
Edward hizo una mueca divertida y llevó su mano a sobarse su mentón, como si estuviera pensando.
“Oh, en ese caso; ¿Me concedería usted está pieza, hermosa dama?”
La castaña puso los ojos en blanco.
“¿No? En ese caso, tendré que tomar medidas extremas”
El joven se hincó de una rodilla y tomo con suavidad la mano de la castaña. Varias señoras que estaban alrededor se dieron vuelta a mirar la escena curiosa, con los ojos desorbitados.
Carraspeo un poco. “Dulce y tierna Bella. ¿Me harías el hombre más feliz del mundo y bailarías conmigo?”
Todos los colores subieron al rostro de Bella. “¿Estás loco? ¡Nos están observando!” chilló bajo un susurro.
El aludido se encogió de hombros, pero no amagó moverse. “Baila conmigo, y me muevo. Sería una lástima quitarle el centro de atención a Rosalie, ¿no?” sonrió inocentemente.
Bella lo fulmino con la mirada con todas sus ganas, pero Edward ni se inmutó. Solo la observaba sin perder su brillo de diversión y una sonrisa persistente en sus labios. “Está bien.” Refunfuño.
Una sonrisa victoriosa adorno los labios carnosos del joven. Se levantó de su lugar y llevó a Bella hasta el centro de la pista, a una distancia considerable de los novios. La tomo de la cintura y estrecho su pequeño y cálido cuerpo contra su cuerpo, y tuvo que reprimir los escalofríos que le ocasiono aquel movimiento. Aún entre todos los pedazos de tela, podía sentir el calor de su contacto justo en su piel. Sonrió tenuemente y comenzó a guiarla en círculos a través de la pista, al compás de la melodía marcándole su propio ritmo.
“¿Ves? Estás bailando”
Bella apoyó su cabeza en su hombro para que no viera que estaba poniendo los ojos en blanco.
“Más me valía. Lo único que me falta es que medio salón piense que tú acabas de proponerme matrimonio, y por la forma en que estamos bailando, deducirían que yo he aceptado.”
Edward rió entre dientes, y luego se inclinó un poco hacia ella. “¿Sabes? No me importaría en absoluto que alguien pensara en ello.” Susurró contra la erizada piel de la nuca de Bella.
Aunque trato de evitarlo, una sonrisa se asomo a la comisura de los labios de la castaña. Sintió un calor en el pecho, justo en el lugar donde descansaba su corazón. Aunque éste no latiera más, estaba segura que casi podía sentir su bombear frenético.
Se sentía como en una burbuja, como si en ese momento tuviera todo lo que en su vida humana jamás había tenido y se sintiera realizada, se sintiera completa. Por un momento se permitió sentirse completamente alegre, y quiso pensar que no había nada que pudiera arruinar ese momento.
“Señor Masen, pero grata sorpresa verlo por aquí, creí que usted dijo que no vendría. ¿Quién es esta… señorita que la acompaña?” dijo una voz chillona, endureciendo su voz en las últimas frases.
Demonios… pensó la castaña. ¿Qué nadie conocía lo que significaba la intimidad? Aquella castaña era apenas unos centímetros más baja que ella, pero la observaba en ese momento como si en realidad pudiera matarla. ¡Ja! Que tan solo se atreviera.
“Jessica…” suspiro el joven, luego carraspeó. “Señorita Stanley, yo en ningún momento dije que no asistiría a la boda, solo he dicho que me encontraba indispuesto para ser su acompañante.”
Jessica Stanley, se repetía en su mente. ¿Una de las tantas chicas que envió su carta ofreciéndose a Edward? Sí, en ese momento definitivamente deseaba que Jessica intentara algo, así al menos tendría justificación de sus acciones.
“Oh, pero jamás pensé que se atrevería a aparecer del brazo de otra muchacha en público por consideración a mi honor. ¿Acaso usted no sabía que cuando una mujer le pide algo nunca debe rechazarla? Y si lo hace, tiene que ser por un muy buen motivo, no por algo tan descarado como esto.”
“No se exaspere, señorit…”
“¿Y acaso usted no sabía que enviarle cartas a un hombre donde prácticamente le pides que te acorteje también está en contra de las normas?” lo interrumpió Bella. “Las jovencitas más inteligentes suelen invitar a almuerzos y fiestas de té para que la conozca a fondo y enamorarlo indirectamente. Enviar cartas tan desesperadas debería ir contra alguna norma de esta alocada sociedad. Por lo menos, contra la norma de la dignidad.”
Jessica abrió los ojos como platos, y su boca formo una o como si fuera un pez. Pero eso solo duró los minutos que tardó en recomponerse. En seguida, en sus pupilas brillaron la malicia y sus labios se torcieron en una mueca de furia.
“Me han dicho, que usted señor Masen, acaba de proponerle matrimonio a esta jovencita. ¿Es eso cierto, señor Masen? Tenía toda la pinta de ser un rumor nada más…”
“Se equivoca, señorita Stanley.” Dijo para sorpresa de Bella. ¿No lo iba a negar? “Estás observando a mi futura esposa.”
Las dos castañas abrieron tanto sus quijadas que parecía que no volverían a recordar como cerrarlas. Bella se giró hacia él con ojos como platos y millones de preguntas pasando a velocidad vertiginosa a través de sus pupilas. Pero al encontrarse con el rostro de Edward vio la diversión hacer brillar su rostro con tanta intensidad, y la forma en que torcía los labios para refrenar las carcajadas que seguro se moría por soltar. ¿Le parecía divertido todo esto?
Bastardo.
De seguro que le divertía, es más, parecía que lo estaba disfrutando. La castaña frunció el ceño y trato de evitar fulminar su bello rostro con la mirada, pero entonces, lo sintió. Sintió como si de repente le diera un bajón tan grande que sitió que se iba a desmayar.
La vista comenzó a nublársele.
“¿Cómo llegue aquí? ¿Dónde demonios estoy?... ¿Qué está haciendo la zorra de Stanley cerca de Masen? ¡Él es mi hombre, zorra!...”  
Bella abrió los ojos como platos y se aferro al brazo de Edward con tanta fuerza que por un momento creyó que iba a rompérselo. ¿Escucho eso? ¡Lo escucho! ¡Maldita sea, la estaba perdiendo!
“Me siento extraña…”
El joven volteo el rostro hacia su acompañante y por un momento frunció el ceño. Luego, su reacción se asimilo mucho a la de Bella. Sus miradas se encontraron por un segundo, y fue suficiente para que él comprendiera todo.
“Si nos disculpas, señorita Stanley. Tenemos que irnos.” Dijo Edward con apresurado asentimiento de cabeza, y tomando del brazo de Bella la arrastró hasta el patio. Esquivó hábilmente a todas las personas que se ponían en su camino y haciendo casi malabares salió al jardín lateral de la casa.
Se giró hacia Bella.
“¿Qué va mal? ¿Por qué tu cabello parpadeó y de repente se puso rubio?” susurró.
La castaña agarró un puñado de sus cabellos y contemplo los reflejos rubios que había adquirido. “La estoy perdiendo, Edward. Ya puedo oír sus pensamientos.”
“¿Qué vamos a hacer?”
Sus ojos se pusieron tristes. “Creo que es el momento de dejarla ya, Edward. Ya llevamos más de cinco horas.”
Miró a Edward y apreció su expresión entre negativa y resignada. Él sabía que tarde o temprano eso ocurriría. Exhaló todo el aire que estaba conteniendo.
“¿Qué hay de tu coartada? Debe de haber algo que podamos decirle a Lauren para explicar lo acontecido.”
“Le dirás que bebió mucho. Que trataste de detenerla pero que ella no te escuchó. Dile que probablemente por eso no recuerde lo acontecido esta noche. A muchos humanos le pasa eso.”
“¿Y a su madre? Como viste no pasaste muy inadvertida en esta fiesta. ¿Qué le diré cuando se entere de que le pedí matrimonio a otra mujer cuando estaba supuestamente con su hija?.”
“Le dirás lo mismo. Dile que Lauren estaba bebiendo y tu insistencia por ser un caballero se vio obligada a amenazarte para que te alejaras. Se sentirá tan avergonzada, que ni siquiera se le pasara por la cabeza la idea de reclamarte nada.”
“Eso no es muy caballeroso” se mostró reticente.
“Edward, si no lo haces, entrare en tu cuerpo y lo haré yo misma.”
“Bien.” Exhaló.
Cerró los ojos unos instantes. Segundos después, sintió como las plantas del jardín comenzaron a agitarse y un viento helado le hizo erizarle la piel. Segundos después tuvo que tomar el cuerpo de Lauren casi inconsciente entre sus brazos para que no cayera al suelo.
“¿Señorita Mallory? ¿Señorita Mallory? ¿Se encuentra bien?”
“¿M-masen?”
“Soy yo.”
“¿Q-qué me ocurrió?”
Edward ladeo un poco la cabeza y se encontró con Bella, que arqueaba una de sus pequeñas cejas. Titubeó un poco, pero solo duro el segundo en el que la castaña curvo las cejas recordándole su amenaza.
“Has bebido bastante, señorita Mallory. He tratado de detenerla, pero usted ha hecho todo lo posible por mantenerme alejado. Lo siento.”
“E-está bien. Siempre y cuando tenga un caballero tan guapo y educado para salvarme, no me importa nada lo que pase por el camino. Sin ánimos de ser grotesca, señor Masen” susurró, enroscando sus brazos en el cuello de Edward.
“Oye, quita esas manos de ahí bastarda…” susurró Bella fulminándola con la mirada, en una clara advertencia.
Edward sonrió ladinamente. “Está bien si estás celosa, Bella Pero mi corazón ya está tomado por alguien, futura esposa.” Susurró bajo para que Lauren no lo oyera.
La castaña dirigió su mirada furibunda al joven esta vez. “Oh, ya cállate y llévatela, antes de que haga algo de lo que me arrepienta a ti o a ella.”
Edward rió entre dientes, pero retiro las manos de Lauren de su cuello.

3 comentarios:

  1. Gracias por afiliarme chica!!!! :D me gusto muxooo eso de No se lo pierdan :D gracias ;D

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  2. aaaaawww
    me encanta !!!
    pero como se van a casar ????
    asu
    bel!!!
    de veras cntigo q me iliconas
    ¬¬

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  3. Awwwwwwwwww! Una bella celosaa es incriblee!!
    jajaja pobre jessica! Nos leemos en el Siguiente Capi!

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