Un nuevo mundo

~

Los colores del arco iris, tan lindos en el cielo. También están en las caras de la gente que pasa
Veo amigos estrechando sus manos, diciendo "¿Cómo te va?"
Ellos en realidad dicen "Yo te quiero"
-"Luis Armstrong"
Siglo XX
Año 1950.
"Un nuevo mundo".
.
Una luz caliente quemaba sus párpados. No era lo suficiente molesta para taladrar su cabeza y enviar punzadas a sus sienes, pero tenía la suficiente luminosidad para darle una visión rosácea bajo sus párpados.
La sensación de una superficie plana se situaba en su espalda, y su tacto se sentía liso y acolchonado con un contacto como el terciopelo. Sus ojos se empezaron a abrir lentamente, de manera cautelosa. Al instante los volvió a cerrar, y tuvo que parpadear repetidamente para poder adecuarse a la luz.
Finalmente logró abrir los ojos, y cuando lo hizo, abrió los ojos como plato. Oh por Dios, ¿qué había ocurrido? Dejó su mirada vagar por su alrededor, y esta vez fue su quijada la que se abrió hasta el punto de casi tocar el suelo. ¿Cómo había llegado aquí?… ¿Dónde estaba?
Bueno, para empezar ¿dónde estaba? Sus sentidos captaban distintas cosas todo al mismo tiempo, mientras su mente trataba de hilar cabos a la misma velocidad vertiginosa en que sus ojos trataban de abarcarlo todo. Los árboles a su alrededor, aquella extraña superficie blanca que rodeaba el pasto, la gente que pasaba… Oh, Dios ¡la gente! Vio a una mujer pasar a su lado de la mano de un pequeño niño que reía y saltaba. Sus ojos pardos sin querer, ya la estaban examinando de arriba abajo. ¡Por la madre petunia! ¿Cómo esa mujer se atrevía a salir con una falda tan corta? ¡Que dirían las personas de alta sociedad! ¿Y que eran ese extraño artefacto que tenía puesto en sus pies?
Parece un extraño artefacto de tortura… ¿se habrá portado mal con la reina? Se preguntó. Tenía una especie de aguja en los talones que parecía querer clavarse en sus pies y torturarlos al caminar… Sin embargo, su rostro se veía tan sonriente y relajado. Su rostro… ¿que era esa cosa tan roja que brillaba en sus labios?... ¿Y por qué sus párpados eran de un extraño color grisáceo? Bella abrió los ojos horrorizada por un momento, siendo consciente de la verdadera realidad de la línea de sus pensamientos. ¿Qué clase de mujer era esa? Sus ojos curiosos captaron una perspectiva más amplia de lo que se estaba fijando, y una afirmación aún más impactante la agarro de contra mano. ¿Qué clase de mujeres eran esas? ¿Por qué todas tenían esos artefactos de tortura en sus pies y esos faldones tan cortos que iban en contra de todas las normas del decoro y en todo lo que ella creía? Bueno, en realidad todo eso a ella siempre le pareció una estupidez.
¿Pero que no era eso el pensamiento convencional de la época?
Jamás había visto esa clase de sombreros tan pequeños ni esas gruesas camisas que usaban con las faldas. ¿Por qué sus ropas estaban partidas a la mitad? Se preguntó a sí misma, agarrando su vestido con una mano y luego observando a una señora con una blusa y una falda pasar caminando, sin siquiera regalarle una de sus miradas.
Por un momento, necesito morderse el labio para retener las lágrimas que se asomaron a la comisura de sus ojos. ¿Dónde estaba? Si había algo que Bella odiaba era no tener el control de la situación.
Y ahora se sentía tan confundida y asustada que ni siquiera sabía muy bien que sentir. El lugar donde estaba ahora se parecía tanto al jardín de su casa que la hacía sentir melancólica, pero ese piso en medio del pasto, esas sillas alargadas tan extrañas y las personas que pasaban a su alrededor envueltas en sus propias burbujas rompían su ilusión de forma casi descarada. Pero en realidad, no fue hasta que sus ojos se encontraron con la figura de un hombre que no sintió el verdadero terror.
¡Pero que hombres tan desinhibidos!
Era cierto que ella también sentía el calor del sol sin la protección de las copas de los árboles, ¿pero qué eran esos pantalones tan sueltos? ¿Y esas camisas que dejaban ver el inicio de su torso? ¿Hacían llamar a esos pedazos de tela tan sueltos pantalones? Y esos zapatos que parecían perderse debajo de la tela de sus pantalones azules. Oh no… Se comparo por un momento con la forma en que lucían las mujeres que vio con su aspecto físico, y luego se comparo con las demás personas y el contraste con la sociedad en sí. Ella no encajaba en absoluto. Eran como el blanco y el negro, y en ese momento ella se sentía como la oveja negra en un reino en donde habitan lobos solamente.
Con ese vestido tan humilde y viejo y su mirada confundida se debería de ver tan desamparada y perdida… aunque en realidad lo estaba. Pero dar ese detalle a conocimiento de esos hombres se le antojaba una idea inaceptable. Si algo había aprendido en los casi 17 cortos años que había vivido, era que si una persona veía a otra más débil e indefensa, no perdía la oportunidad de sobrepasarla. Y en ese momento se sentía tan desprotegida, que ni siquiera dudo en pensar que todos esos lobos no dudarían en saltarle a la pobre e indefensa oveja negra. Un pensamiento azotó su mente, haciéndola entrecerrar los ojos.
Oh Dios mío, si en el mercado la gente que era como ella no dudaba en tomar a jovencitas sin importar que tan valientes fueran o que tan intimidantes fueran sus portes, ¿qué sería de ella ahí? Estaba segura de que esas extrañas personas notarían la diferencia entre ellos y ella, y que no se vería ni valiente, ni intimidante. ¿Qué haría si algún hombre se le acercaba? Por el amor a su santa madre, ¿y si alguien trataba de arrebatarle su inocencia, la que tan cautelosamente estaba guardando para el amor de su vida? Ella no podía dejar que eso pasará…
Apretó los puños por un momento y se fijó en el costal de lona que estaba a su lado. Se aferró a él como si la vida se le fuera en ello y se levantó con una seguridad que por un momento la hizo sentir como una reina. No, ella no permitiría que eso pasara.
Pero había demasiada gente ahí. No podía sacarse su viejo vestido en un lugar tan público. Con el costal a cuestas y la barbilla en alto comenzó a caminar por el pasto húmedo y el piso blanco que se extendía como un caminito de tierra que ella recordaba de las montañas de su hogar frente a ella. Esquivaba a las personas que pasaban por su lado y trataba de no fijarse en sus extrañas vestimentas ni en los peinados y sombreros tan extraños que llevaban puestos. Si lo hacía, estaba segura de que se distraería. Se desviaría de su objetivo y la situación la haría sentir intimidada, y no podía dejar que eso ocurriera.
Pasó al lado de un gran cartel y Bella no pudo evitar que sus ojos lo recorrieran. Tenía que averiguar dónde estaba.
Parque nacional
Tres patos blancos.
Chicago.
Que nombre tan extraño, reflexiono. Chicago. ¿Sería el apellido de los reyes? ¿Significaba eso entonces, que se encontraba en el reino del Parque Tres patos blancos?
-Que reino más extraño. – murmuró para sí misma. Aunque no era de extrañarse, a juzgar por la gente que habitaba en él.
Vagamente se pregunto en qué tipo de lugar quedaría un reino cómo ese, y que tan lejos estaría ahora de casa. ¿Cómo haría para regresar a su hogar? ¿Podría regresar a su hogar, para empezar? Esa última interrogante provocó que se le nublara la visión y que tuviera que morderse el labio otra vez.
Suspiro en un intento por apartar esos pensamientos de su cabeza y concentrarse en lo que su madre le había dicho. Involuntariamente, su mano se dirigió hasta su cuello, en donde guardaba celosamente el collar. ¿Qué era lo que le había dicho su madre? Piensa un poco Bella, vamos concéntrate mujer… piensa, piensa, piensa…
Bella, mi amor, quiero que uses este collar y lo cuides muy bien, ¿me entiendes? No permitas por nada del mundo que se pierda. Cuídalo con tu vida… Vas a buscar a un hechicero a donde vayas y vas a mostrarle el collar ¿entiendes? El collar es un portal, pertenecía a tu abuela Marie, la única entre los Swan que dominó completamente la hechicería. Esto es tu portal de vuelta, cariño, no lo olvides.
-Un hechicero. ¿Dónde puedo encontrar uno? – se dijo a sí misma. – Un momento… eso querría decir que un hechizo me trajo así, correcto. Pero… ¿hasta a donde me pudo haber mandado un hechizo? Si el collar es un portal, ¿significa que he traspasado por una especie de puerta que me lleva a otra dimensión? ¿Qué es esto, un nuevo mundo?
De un momento a otro, un pensamiento llego a su mente y la dejó helada en su lugar.
-Envíala muy lejos, siglos adelante… en donde nunca tenga que molestarme en volver a ver su rostro de nuevo.
-¡Siglos! – casi chilló, provocando que varias personas volvieran la vista hacia ella extrañada. El calor subió violentamente en sus mejillas. – Tengo que dejar de hablar sola… - susurró más bajito.
Siglos, se repitió para sí misma en su mente. Siglos adelante… ¿Qué se suponía que eso significaba, entonces? ¿Querría decir que se encontraba atrapada en un hechizo que la envió al futuro? Paró en seco. Siempre se había considerado una jovencita muy inteligente y divagadora, pero aquella posibilidad ni siquiera se le había cruzado por la mente ni en sus más remotos cuentos. Ni siquiera en el cuento más extraño y revelador que haya leído en su época se había encontrado con una idea semejante a esa. Siguió caminando un paso más, y decidió dejar de escudarse con sus cavilaciones y enfrentarse con el nuevo mundo que se extendía frente a ella.
Entonces, sus ojos abrieron más de lo que alguna vez en su vida había abierto y su quijada se desencajó tanto que por un momento se juró que estaría tocando el suelo con su mentón.
¿Qué clase de edificación tenían esos castillos tan angostos y altos? ¿En qué momento del tiempo se perdieron los principios clásicos y comenzaron a combinarle tantos colores diferentes y diseños? ¿Qué eran esas cosas que colgaban con carteles tan coloridos que colgaban en medio de adornos y luces? Se fijó en uno entonces, con un dibujo de una botella negra con colores rojo y blanco. Coca-cola. "La pausa que refresca" rezaba en él.
Miro a su alrededor, la gente pasando a su alrededor, saludándose, llevando en sus manos a niños, acomodándose sus sombreros o simplemente siguiendo su camino. ¿En qué momento los caballos dejaron de ser necesarios para impulsar los carruajes? ¿En qué momento tomaron esa forma tan cuadrada, y que hacían sus jinetes montados en asientos desde adentro, manejando y girando esos raros artefactos circulares? Se fijó en el conjunto con una perspectiva completa.
Se veía todo tan colorido, tan fresco, tan nuevo…
Era como si en lugar de maldecirla, el hechizo la haya mandado a un paisaje digno de su propio cuento de hadas.
-El futuro. – se dijo a sí misma, maravillada.
Un golpe en su hombro la sacó de su ensoñación y tuvo que sostenerse de algo para evitar caerse.
-Fíjese por dónde camina, señorita. – dijo la voz irritada de un hombre, mirándola extrañado por sus vestimentas.
Palideció. – Lo siento. – debía darse prisa con su misión. Sus ojos vagaron al objeto del que se había sujetado; un farol. Frunció el ceño al fijarse en la punta… no tenía velas.
Qué extraño.
Comenzó a apresurar su marcha, hasta que sus ojos achocolatados captaron algo importante. Era como un largo pasillo, pero no tenía salidas, y estaba bastante oscuro en comparación al brillante sol que alumbraba el día. Nadie parecía pasar por allí.
Afirmó su agarre a su saco de lona y entro con paso decido, sin detenerse hasta quedar parada en frente de una pared. Entonces abrió el saco y buscó frenéticamente lo que buscaba; su amada peluca. Sonrió como si de pronto se hubiera iluminado más el día y amarró su cabello en un moño muy suelto, de modo que no quedara un bulto cuando fuera aplastado, entonces se colocó su peluca y tuvo mucho cuidado de que ni un solo cabello se le escapara de por casualidad. Sonrió victoriosa, era perfecta. Si efectuábamos el hecho de que le quedaba tan apretada de que casi no le llegaba sangre al cerebro.
Levantó su faldón y se puso los pantalones debajo del vestido, entonces se cruzó de brazos y luego se estiró para sacarse el pedazo de tela para que saliera por su cabeza. No fue muy difícil, ya que ese era un vestido muy sencillo, que usaba para recolectar las rosas y vender luego sus arreglos. Ni siquiera se puso un corsé. Sacó rápido la camisa y se la colocó a la carrera para cubrir sus senos desnudos del frío viento del reino Tres patos blancos. Se fijó en su trabajo.
Frunció el ceño. Sus pezones erectos por el frío se marcaban por la fina tela de la camisa. Demonios… pensó. Ingéniate Bella, vamos, toda tu vida te has ingeniado para cuidar tu pequeño y blanco traserito. Este no es el momento para que tu cerebro decida no trabajar…
¡Ya sé! Tomó su saco y saco de ahí una de sus enaguas, las más grandes que tenía y se alzó la camisa. Cubrió sus pechos con la tela y comenzó a liarlo, con fuerza, de modo que apretara sus pechos y nada fuera perceptible ni ante las más suspicaces de las miradas. Lo enrolló bien y lo aseguro antes de bajar su camisa, y entonces subió sus suspensores. Sus pantalones cubrían bien sus zapatos. Ahora evaluó su trabajo una vez más, satisfecha con los resultados.
-¡Bien hecho, Bella! ¡Ja! ¡Nadie dirá que soy un chico con senos ahora! – dijo emocionada. Se dio cuenta de lo que dijo entonces y el calor tiño sus mejillas.
Juntó su vestido y lo guardó en la lona, y emprendió su viaje una vez más. Esta vez como un chico. No se preocupo de que el cuello su camisa colgara con su escote tan pronunciado, después de todo a los desinhibidos hombres del futuro no les importaría. Se sentía más segura ahora.
Ningún hombre del futuro le arrebataría su tan preciada virginidad.
Sonrió ampliamente con ese pensamiento.
Comenzó a vagar sin rumbo fijo pasando frente a un sinfín de vitrinas y lugares de los cuales no tenía ni la más remota idea de su existencia, ni su función. Millones de preguntas asaltaban su mente cuando pasaba frente a una vitrina y veía su propio reflejo, acompañado del reflejo del interior del lugar que dejaba ver su transparencia. Más y más personas pasaban frente a ella, sentados en mesas hablando o comiendo cosas raras, haciendo sus vidas propias completamente ignorantes al acontecimiento surrealista que estaba justo frente a sus narices y ahora caminaba entre ellos armada únicamente de una bolsa de lona y limitados suministros.
La boca de Bella se abría y formaba una o cuando pasaba frente a los locales y sus ojos recorrían curiosos los nombres de cada uno de ellos. Cafetería Old the good times, Teddy´s Burguers, La Barbería del viejo Joe, Saint Pedrusco Ferretería, The reader Library´s, Mina Candies…
Uno de esos le llamó particularmente la atención. Acercó su cuerpo al lugar y pegó su rostro contra la vitrina, aplastando su nariz contra el cristal. Era una dulcería… Mina Candies… La boca de Bella se abrió de forma graciosa, como si fuera un pez cuando visualizo tantos colores y formas frente a ella. No estaba segura de lo que eran, pero se veían tan apetitosos y adorables que se le hacía agua en la boca. Su estómago gruño en protesta y llevó una de sus manos a la altura de su ombligo, como pidiéndole silenciosamente que guardara silencio. ¿Cómo se conseguiría una de esas cosas?
Sintió un calor corporal contra su pie de pronto, sacándola de sus pensamientos. Bajó la mirada para encontrarse con la criatura más adorable que había visto en su vida. Parecía una pequeña oveja, una pequeña bolita de lana. Una oveja negra, tal como ella se sentía en ese lugar. Movía su colita alegremente y tenía las patitas traseras flexionadas sobre su pie. Era una ovejita simpática, pensó Bella, con su lanita blanca en la parte de su pecho, su barbilla y las puntas de sus pies, como si fueran pequeñas botitas. Lo extraño era esa pequeña cuerda roja alrededor de su cuello, como un collar.
-Ey, ovejita. ¿Estás perdida, como yo?. – preguntó dulcemente. Un ladrido salió de su boca como respuesta, agitando su cabecita. Bella frunció el ceño. ¿Se habrá hecho daño? ¿Oh no, la abre lastimado?
Un pequeño calorcito en su pie, distinto al del su calor corporal la hizo reaccionar. Extrañada, aparto su pie para descubrir un pequeño montículo color marrón sobre su pie. Por dos breves segundos frunció el ceño y se preguntó qué demonios era eso. Un aroma se filtró en sus fosas nasales y la comprensión brillo en sus ojos. Y luego, el asco.
-¡Oh no, popó! – chilló. – ¡Me has cagado encima ovejita! ¡Iuuu, iuuuu! . –se quejó, frotando su pie frenéticamente contra el pavimento, buscando limpiar la popó. – Eww, ¡que olor! ¿Qué cuernos le dan de comer a estas ovejas del futuro?
-¡Blacky! – llamó una voz masculina, seguida de silbidos. Bella alzó la cabeza al instante. Esa voz había sonado ronca y aterciopelada, como un suave murmullo atrayente que no pudo evitar llamarla. Su reacción fue involuntaria. - ¡Blacky, Blacky, Blacky! ¿Dónde estás compañero?
La oveja comenzó a ladrar una vez más, llamando la atención. La castaña volvió a fruncir el ceño, ¿la habrá asustado esa voz? La oveja siguió ladrando y ladrando cada vez más fuerte, llamando la atención de varias personas.
De pronto, la figura de un hombre apareció frente a sus ojos, y Bella juró que el olor de la popó la había hecho ver la luz, porque en ese mismo momento estaba muerta y estaba viendo a un ángel.
El mismo príncipe azul que ella no creía que existía se acercó hacia donde estaba con una expresión entre divertida y preocupada, como si también sintiera el típico llamado de un cuento de hadas.
Era un hombre alto, casi tanto como el príncipe Jacob, pero a diferencia de éste tenía la piel pálida como la luna, de apariencia desgarbada y músculos bien tuneados, pero no exceso como su príncipe. Su vestimenta de hombre moderno no lo hacía parecer tan desinhibido como a los otros, sino que se sorprendió pensando que se veía aun más guapo.
Tenía una mandíbula cuadrada y los pómulos altos, una nariz respingada y labios carnosos y rojos. Tenía un cabello de una tonalidad cobriza que la joven castaña jamás había visto en su vida despeinado con el viento, como un rebelde sin causa. Y por último, sus ojos… tenía los ojos más lindos que había visto en toda su vida. Verde esmeralda hipnotizantes, con una mirada tan penetrante que parecía hacerte caer en una especie de embrujo.
Su sola mirada la hacía sentir pequeña, e intimidada como nunca en su vida. Como se había prometido que no se sentiría en esa época.
-Oh, ahí estás Blacky. Pequeño travieso… - arrulló, con su voz sensual y masculina, y se acercó corriendo a donde estaba la oveja. Llegó y lo tomó del cuello, y le engancho una larga cuerda de cadena al collar rojo de su cuello. – Lo siento, se me soltó la cuerda. Espero que no le haya dado ningún problema. – dijo alzando la mirada y encontrándose con la de Bella.
Por un momento se tuvo que recordar cómo hablar. – Oh, no, no, no… tranquilo, su oveja no ha causado ningún problema. Solo me hizo popó en mis zapatos, pero no me molesta estar un con un poco de mal olor en alguna parte de mi cuerpo. – balbuceó incoherentemente. Abrió los ojos en par cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir y el rubor ataco sus mejillas con violencia. Brillante, Bella ¿no se te ocurrió algo más inteligente que decir? ¿No quieres que te aplauda?
Por un momento, el joven observo fijamente las mejillas de Bella, como si estuviera fascinado. Sacudió la cabeza como si se estuviera sacando algún extraño pensamiento, y torció sus labios en una mueca de diversión. - ¿Oveja?
-Sí, su oveja. Es muy pequeña, pero pienso que es adorable.
El joven rio entre dientes y agitó la cabeza. –Oh no, chico. Esto no es una oveja, es un perro.
-¿Un perro? – repitió extrañada.
-Sí, ¿nunca has visto un perro? Es un caniche toy, de esos que no crecen mucho. Por eso tan pequeño. – sonrió.
El rubor en las mejillas de Bella al perderse en su sonrisa. ¡Enfócate! ¡Eres un chico, recuérdalo! - ¿Un perro? Nunca lo he visto en toda mi vida. De donde yo vengo esas cosas no existen… ¿estás seguro de que no es una oveja?
-Cien por ciento. – sonrió divertido. Luego, frunció el ceño. - ¿De dónde vienes?... ¿Eres nuevo en la ciudad?
La joven castaña se quedo pensativa. Al final, optó por lo más fácil. – Si… digamos que sí. Estoy perdido.
Frunció el ceño. - ¿Dónde están tus padres?
-Si los tuviera no estaría perdido. – sonrió. – Lo siento, eso fue grosero de mi parte. No he visto a mis padres hace mucho tiempo, y aquí ya no podré recuperarlos. – optó por una mentira a medias.
El joven sonrió. – Permíteme el atrevimiento, pero juzgando tu vestimenta y tus bolsas parece que has pasado un buen tiempo en la calle. Soy Edward, ¿cómo te llamas chico?
-Bella. – dijo automáticamente.
Edward frunció el ceño extrañado. - ¿Bella?
-Eh…s-si. Mi mamá quería una niña. – mintió otra vez, sonrojadísima.
A Edward pareció bastarle esa explicación, porque sonrió dulcemente y asintió comprensivo. – Bien, Bella. Mi madre jamás me perdonaría si diera la espalda a alguien que me necesita. ¿Te gustaría acompañarme a mi casa? Prometo retribuirte el popó de tus zapatos con comida y un techo para cobijarte. ¿Qué dices?
Bella frunció los labios, analizando sus opciones. ¿Irse con un extraño o vagar sola por las calles en un mundo desconocido? De todas formas, todas las personas de ahí eran extraños para ella. – Te presentaré a la hermana mayor de Blacky. – insistió.
La castaña dejó escapar un suspiro. – Suena tentador.
Edward le dedicó una hermosa sonrisa ladina que por unos segundos hizo palpitar su corazón frenético.
-Gracias. Sígueme Bell… Bell. ¿Te puedo decir Bell?
-Claro. – masculló.
Edward comenzó a caminar llevando a Blacky de su correa, quién caminaba alegremente delante de ellos. Bella los seguí de cerca, con su bolsa de lona a cuestas. Decidió que era un buen momento para hacer preguntas.
¿En qué clase de Reino estamos ahora? Iba a decir, pero después se retractó. - ¿En dónde estamos? – acortó.
Edward arqueo una ceja. –Estamos en Chicago, chico.
-Oh. – abrió los labios. Ese era el nombre del reino, no de sus reyes. - ¿Y más o menos donde queda eso?
-En Estados Unidos. –bromeó, pero tenía el ceño fruncido.
-¿Estados Unidos? – repitió sorprendida. - ¿No era esta la colonia Inglesa?
-¿Es una broma, verdad? – al ver que los ojos expectantes de Bella no negaban, prosiguió. – Nos hemos independizado hace siglos, ahora somos los Estados Unidos. Me parece que estás un poco perdido en la historia, chico. Esto es 1950, no los 1800. – sonrió amablemente.
Pero la joven castaña no pudo disfrutar mucho de esa sonrisa, estando inmersa en sus propios pensamientos. ¿1900? Casi grito. ¿1950? ¿Era todo esto una cornuda broma? ¿Significaba eso que la habían manda casi 250 años al futuro? Oh por el amor de todos los Santos, ¿qué iba a hacer ahora?
¿Estaba ya todo perdido?
No, se juro a sí misma. Saldré de esta…
-Es un mundo extraño. – murmuró, más para sí que para él.
-Lo es. – coincidió, mirándola de reojo.

2 comentarios:

  1. q historia mas rara!!! no puedo dejar de leerla xq es super rara y super interesante jajajaja pobre bella y si tenia q llamarse blacky el perro para cagarla ensima jajajajaja q buena onda :P

    ResponderEliminar
  2. M;e gusto mucho!!, en serio, muy bonita.

    Voy a por mas, aunque quedan poquitos, asi que publica mas!!

    ResponderEliminar

My fanfiction world© :por Belén Vieparoles :: 2012~2013