Amor con amor se paga - one shot

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Antes era un fic; What a wonderful world, pero dadas las circunstancias, lo deje como one shot

 Porque ser minusválido no te impide llegar a amar. Edward y Bella pasan otro día normal en sus días, mientras a el joven cobrizo no se le pasa que tiene cuentas que saldar. Porque todos defendemos lo que amamos

Amor con amor se paga. 

El mercado era una zona concurrida y ruidosa. El centro era un lugar que se mantenía vistoso y extravagante, aseado para sus ciudadanos y el turismo. Los pisos hechos de baldosas coloreadas artísticamente y los puestos de los negocios perfectamente ordenados y distribuidos de modo que daban una apariencia agradable a la vista. Una vista que llamaba a cualquier persona a aventurarse a aquel lugar de mercancía humilde y económica. Era tan moderno y cuidado, que casi no parecía mercado.

Pero Bella no podía apreciar nada de esto. Para Bella, aquel lugar significaba gente concurrida empujando hacia sus direcciones en el rincón en donde te encuentres y el bullicio que nacía entre sus murmullos. Pero no era desconocido por ella la sencillez y el precio de esos productos.

Así que ahí estaba, aferrándose a la dura mano de su novio como si la vida se le fuera en ello mientras caminaban por las concurridas veredas del mercado.

“¿Estás segura que quieres tus lentes de aquí, Bella?” susurró Edward en su oído.

Sonrió, aunque se veía como una sonrisa un poco nerviosa.

“Seguro, es mejor que un Shopping”

“Aún así, hay muchos locales de los cuales podemos conseguir lentes sencillos y baratos. En otro lado

“A mí no me engañas manos duras. Admítelo, te he pillado el pensamiento” argumento pícara.

Edward frunció el ceño y le dedicó una mirada confusa. “¿Y tendrías la amabilidad de decirme a que te refieres con eso?”

“Tengo un par de teorías” sonrió “La primera se reduce a que en un local normal puedes perfectamente encontrar lentes originales, lo que sería un gasto innecesario en lo que a mi me concierne. Sé que no escucharías mis réplicas y que me escogerías el de mejor calidad y duración en cuanto te de la espalda, cuando puedes guardarte el dinero para comprarme algo mejor ya que tanto quieres gastar en mí… como alimentarme, por ejemplo. Y lo segundo, es tu reprensión a tierras desconocidas como este oh endemoniado mercado”
Edward se debatió duramente en ese momento entre partirse de la risa o poner los ojos en blanco. “Sabes, para ser alguien en con tu posición económica eres muy mezquina” refunfuñó luego de un rato “Y yo no tengo miedo” agregó gruñendo, causando que Bella riera alegremente.

“Solo calla, y cómprame un pancho” sonrió.

Edward puso los ojos en blanco, pero no contesto verbalmente. Se limitó a acomodar el cabello de Bella tras su oreja y a dejar un casto beso en su frente. Ella le dedicó una tímida sonrisa, pero pocos minutos después zarandeo un poco su cabeza, liberando de vuelta su cabello que cayó libremente sobre su rostro de vuelta. Edward soltó un suspiro resignado, pero oculto cualquier comentario.

Era la primera vez que Bella salía a la calles sin lentes, desde que la conoció. La primera vez que salía a la calle sin lentes desde su accidente, según le confió. Accidente que aún se negaba a contar, pensó Edward frustrado. Pero él no fue la persona más digna de confianza del comienzo, se recordó, él también le había causado dramas innecesarios a ella. Pero una parte, muy pequeña de su mente se moría de curiosidad por saber que sucesos le habían arrebatado la vista a una chica tan dulce, que luego moría de frustración al saber que no estaba en los planes de ella tocar el tema con él. Aún.

Bella iba caminando con la cabeza gacha, como si estuviera mirando permanentemente el piso. Su cabello largo iba como siempre suelto, pero ella tenía un flequillo al costado que usualmente estaba peinado tras su oreja. Era un flequillo ya largo que llegaba hasta su cuello, lacio y esta vez llevaba sin sujetar, de modo que caía hacia delante cubriendo libremente su rostro.

Ella no quería que nadie la mirara al rostro, y se asustara viendo esos ojos grisáceos, casi blancos e inexistentes en ella. Siempre congelados en un punto fijo, sin ver nada en realidad. Alguien a quien temer, porque era diferente a ellos.

Claro que no había sido tan específica cuando se lo había dicho a Edward, quien la había convencido diciendo que estaba siendo ridícula, que sus ojos eran perfectamente castaños y que nadie notaría nada extraño. Pero ella simplemente no podía descartar ese temor del más profundo recóndito de su conciencia.

“Aquí veo algo” dijo Edward distrayendo su atención. Tironeó de ella hasta que entraron al local que estaba observando.

Entraron al diminuto lugar y él comenzó a pasearse entre los estantes sin poder contenerse, como si fuera un niño en una dulcería. Observaba minuciosamente cada forma, cada color, cada tamaño y cual favorecía mejor el rostro de Bella según su criterio. Bella sonreía imperceptiblemente ante su entusiasmo.

Si por ella fuera, escogería el primer lente con el que se encontrara con tal de que tapara sus ojos. Aunque este fuera cuadrado con dibujitos de marcianos y estrellitas.

“Este me gusta” dijo de repente.

Bella arqueo una ceja, como esperando a que dijera algo más.
Era parecido al famoso lente mosca, pero menos circular que ese. Marrón dorado en los costados, que contrastaba con el color de su piel y su pelo, de un tono más claro y amarillento en el cristal.

“Todo lo que necesitas saber es que queda hermoso en ti, y que me encanta”

“¿Es caro?”    

Edward puso los ojos en blanco “¿Me hiciste venir hasta el mercado y me preguntas si…y… Sabes que, olvídalo. Sí, este es el más caro que hay” dijo casi sarcástico, mirando el precio de 16 $.

Bella tuvo que morderse el labio para no reírse en su cara. Eso empeoraría las cosas. “Esta bien, entonces ve a pagar tú solo. No quiero tener que escuchar como le entregas tanto dinero a ese buen hombre” dijo con voz contenida.

“Bien”

Edward la dejó al lado del mostrador y fue a la caja, que quedaba hacia la calle. Cuatro días habían pasado desde que Bella se había tomado con Jessica, según le había confirmado
Rosalie. Casi la había abrazado cuando le contó lo que le hizo al auto de a susodicha, aunque lo había disfrazado diciéndole que no tenía que haber hecho nada aún. Nada es demasiado poco cuando se trata de defender lo que quiero, pedazo de manteca le había dicho. Pedazo de manteca, seh. Quizás eso fuera lo que era.  
Recordaba como se había sentido culpable por lo que le había hecho la rubia a Bella, la misma rubia que decía ser su amiga. Lo había sorprendido. Si bien el siempre había sabido que Jessica y Lauren no eran las mejores damas, ni el mejor partido, jamás se habría esperado que ninguna de ellas cayera tan bajo.

Pero lo hicieron.

Y él no hizo nada para evitarlo. Y todavía no lo estaba haciendo. Pero eso cambiaría pronto, se prometió. Al fin y al cabo, no tenía porque tener cargo de conciencia contra lo que haría con su supuesta amiga. Después de todo, él siempre había sido conciente de que su reputación eran las primeras seis letras de esa palabra.

Y se pasó.

Él quiso comprar lentes originales para Bella en alguno de los lugares en donde Esme o Alice frecuentaban, pero Bella no se lo permitió. Sonrió a recordarlo. El chiste de comprarte un lente de sol original era que el trucho, te hacía doler la cabeza en seguida y que a la larga, te descomponía la vista, le había dicho con una de sus cejas arqueadas y una mueca de diversión en sus labios.

Edward había entendido en seguida.

_ . _
  

Los minutos pasaron, y Bella comenzó a desesperarse cuando Edward no daba señal alguna de regresar. Se suponía que se trataba de un simple viaje de ida y paga, que no debería durar más de cinco minutos… diez, como máximo. ¿Cierto? Cierto…

¿Entonces porqué tenía las piernas agarrotadas y los pies le picaban del esfuerzo que estaba poniendo en quedarse parada?

Decidió moverse por el local para probar suerte, probablemente hallarlo y asegurarse de que estuviera bien. Con el tiempo, había aprendido a identificar su olor a donde vaya y a desarrollar una especie de radar en su cabeza que le alertaba cada vez que Edward se encontraba en la misma habitación. Inevitablemente su carne se ponía de gallina y su corazón bombeaba más fuerte.

Pero en ese momento el lugar estaba tres veces más lleno de lo que estaba cuando entraron, los olores comenzaron a mezclarse y los suaves murmullos que escuchaban sus sensibles oídos se unían y rompían el hilo de sus pensamientos.

No había cabida a la concentración. Todo era muy concurrido y ruidoso que le costaba ignorar todos los aromas y separar las voces para entender algo de lo que decían, buscando una sola voz…

“¿Edward?” llamó, pero no hubo respuesta.

Sin darse cuenta sus pies tropezaron cuando el piso acabo bajo sus pies y el peso de su cuerpo se hundió a una superficie más baja. El sonido de los coches y su sentido común la alertó de que acababa de bajar por una escalera y que salió del negocio, encontrándose ahora en la calle. Estaba un 79% segura de que Edward no se iría sin ella y de que no cambiaría abruptamente sus planes sin al menos, consultarle nada…

Cuando comprendió su error, se dio la vuelta con firmes intenciones de volver a entrar, pero entonces el destino decidió jugarle una mala pasada. La gente que quería salir no se tomo la molesta de mirarla y siguieron caminando, empujándola en sus direcciones sin intención. Fue inútil luchar contra esos brazos, porque a donde se girara encontraba nuevos brazos dispuestos a arrastrarla en direcciones contrarias, indiferentes a ella y a su objetivo.

“¿Edward?” volvió a tratar, sin resultados.

Comenzó a desesperarse cuando pasaban los minutos y los resultados no cambiaban, y estuvo a punto de chillar de frustración. Para cuando al fin encontró salida de la masa de carne que invadía como estampidas, se encontraba sin rumo, y sin idea de donde se encontraba.

Era oficial; odiaba los mercados.
En un shopping al menos no corrías el riesgo de terminar en medio de la calle arrollada como salchicha ahumada por cortesía de un auto y la marea de personas. Ni que te robaran, raptaran, o algo por el estilo. Pero había sido su idea pasarse por aquel lugar por sentirse un poco más sencilla, un poco más humana.

¿No era mucho pedir, no? Se preguntaba.

Quizás lo fuera, porque a cambio ahora se veía deambulando por las calles sin rumbo fijo, con el corazón en un puño y vanos intentos por mantener su pánico a raya. No era lo que ella había deseado cuando le pidió a Edward venir ahí.

“Lo siento” se disculpó cuando sus pies tropezaron con otro par de piernas. Supuso que se trataba de alguien que andaba sentado en la calle.

“Fíjate por donde caminas” contesto simplemente. Su tono de vos no era ni de reclamo, ni de irritación. Tampoco denotaba autoridad, observó Bella. Era el tono normal que usas con alguien a quien piensas dar un simple consejo por cortesía.

Bella se limitó a ignorarlo y a seguir caminando, como si no hubiera oído nada. Lo que ella ignoraba, era que la persona con quien ella se había tropezado, se trataba de alguien con su misma discapacidad… con la diferencia de que nació en una posición menos favorable y no gozaba de su misma suerte en muchos aspectos. Sostenía un simple cartel frente a él esperando simple monedas que algunos eran lo suficientemente generosos para dárselo. Otros simplemente tiraban estampitas viejas y botones de camisetas.

“La primavera se está acercando, y yo no podré verla”… rezaba el cartel.

Ella empezó a pensar con más claridad; lo principal a tener en cuenta cuando estás perdido, es quedarte en un mismo lugar. Era recomendable quedarse en quieto, entonces la persona que esté dando vueltas buscando tiene más probabilidades de encontrarla que si estuviera en movimiento y cruzándose los caminos sin darse cuenta. Fue por eso que cuando tropezó convenientemente con un banco - de esos que se instalan en las calles para los caminantes, decidió sentarse a esperar.

Con un poco de suerte, Edward iba a buscarle y la encontraría en ese lugar. En… donde quiera
que ella se encuentre.

Conto los segundos en base a los latidos de su corazón. Pasaron treinta, cuarenta, cincuenta segundos… un minuto, y aún no captaba su aroma en el aire. Si, estaba exagerando, pero no podían culparla del todo. La ansiedad comenzaba a hacer estragos en ella.

Dejó de tratar de oler por unos segundos cuando un auto aparentemente no muy moderno pasó por allí, y el humo se escapó a chorros del caño de escape, intoxicando el ambiente a su alrededor.

Fue inevitable que las típicas dudas comenzaran a asaltarla. ¿Me estará buscando? ¿Podrá encontrarme?... ¿Y si no puede encontrarme? ¿Qué va a ser de mí? … ¿Se esforzará lo suficiente en su búsqueda con para buscar en cada rincón del lugar hasta encontrarme?

¿Soy lo suficientemente importante para que se esfuerce buscándome?

Basta, estás siendo ridícula se regañó. Uno de sus pies comenzó a hamacarse mientras el frío viento de Nueva York revoloteaba sus cabellos y mandaba todos sus mechones tras sus hombros. Se sintió un poco intimidada cuando la cantidad de pelo que cubría su rostro fue inexistente. Cuatrocientos cincuenta y seis, cuatrocientos cincuenta y siete…

Una fría mano se posó en su hombro y la hizo saltar en su lugar. No reconocía ese olor, o de lo contrario, no lo recordaba.

“¿Bella?” susurró una voz como campanas. Más familiar de lo hubiera esperado.

“¿Alice?”

“¿Qué estás haciendo aquí?”

Se encogió de hombros. “Espero a tu hermano”

Silencio. Desde su lugar, casi podía escuchar el sonido de las tuercas que hacían su cabeza maquinando a toda velocidad. “Por favor, no me digas que ese idiota te dejo aquí sola esperando” dijo luego de un rato.

“Oh no” se apresuro a agregar, con la imperiosa necesidad de defender a Edward. Con un leve rosáceo en sus mejillas y un poco avergonzada admitió. “Me perdí”

“Oh”

Silencio.

“¿Y tú? ¿Qué estás haciendo aquí?” pregunto la castaña, por simple necesidad de llenar el silencio.

Casi podía imaginarla encogiéndose de hombros “Bueno, estoy de paseo”

“¿Tú sola?”

“B-bueno, en realidad… estoy en una cita” confesó, un poco sonrojada. Bella pudo identificar el pudor en su voz, y sonrió imperceptiblemente. 

“¿Quieres acompañarme? Podemos buscar a Edward juntas” ofreció Alice luego de un momento.

“Oh no, no, no. No quisiera importunar en tu cita”

“Tonterías, a Jasper no le molestaría” contesto la duende despreocupadamente. Un poco tarde, se dio cuenta de su error.
Bella sintió la tensión de su cuerpo. “¿Pasa algo?”

“Oh no. No, no, no, no… Bella, por favor, prométeme que no dirás nada de esto a Edward” casi gimió.

“Alice, ¿de qué estás hablando?”

“De Jasper. No se supone que este en una cita con él…”

Silencio.

“Disculpa… pero no te sigo. ¿Cuál es el problema de que salgas con un chico que te guste?”

El calor subió a las mejillas del duende, que tomó asiento y se acercó a Bella para convertir su voz en un suave susurro. Miro alrededor antes de hablar. “De verdad que no me gustaría que Edward se enterara de esto de mala manera, Bella. Jasper y él son muy buenos amigos, casi hermanos, y no me gustaría ningún problema entre ellos por mi culpa…” 

“¿Pero Edward no es cuatro años mayor que tú? No sabía que tuviera amigos de secundaria…” reflexionó, aunque eso le pareciera muy dulce.

“No los tiene”

“Oh” se quedo pensativa unos segundos “Diecinueve y quince no me parece demasiada diferencia” se inclinó “¿Es un pedófilo?”

“¿Qué? Bella… ¡No!”

“Entonces no le veo ningún problema a su relación” sonrió.

“Edward no se lo tomará tan bien…” se tensó en su lugar. “Bella, por favor promételo”

“Tranquila, tú secreto está a salvo conmigo peque”

“¡Gracias! Te adoro, pero Edward esta doblando la esquina y no puede verme. ¡Tengo que volar!” chilló, antes de alejarse con el sonido de sus delicados pasitos por el pavimento.

 Bella se quedó sentada un poco reflexiva en su lugar. Tardó unos segundos para que el nombre Edward se registrara en sus pensamientos y se envarara en su lugar, consciente de lo que eso significaba. Como una adicta, comenzó a mover su cabeza en distintas direcciones para buscar su aroma. Pero no fue necesario buscar demasiado, porque en cuestión de segundos se veía apresada entre un par de fuertes brazos que la estrechaban contra su pecho en un abrazo férreo. Por la fuerza con la que la presionaba, era fácil deducir dos cosas; su preocupación, y que dejarla separarse de él pronto no figuraba en sus planes.

“Bella…” suspiro. La castaña cerró los ojos y se dejo llevar por la placentera sensación que se escurría de entre los brazos de su novio y el confort de saberse hallada de vuelta. Aunque su conversación con Alice también contó como un buen distractor del pánico. De repente, el cuerpo de Edward se puso rígido y la apartó un poco de él. “¿En qué demonios estabas pensando? ¿Tienes idea de lo mucho que me preocupe por ti?”

“Lo siento” fue todo lo que pudo decir.

“No, enserio Bella. ¿En que estabas pensando?”

Se encogió un poco en su lugar. “Te me perdiste” se explicó. “Me preocupe por ti por qué no volvías así que fue a buscarte, pero había mucha gente… cuando me quise dar cuenta, ya estaba parada por aquí, en medio de la nada… así que decidí que lo mejor sería quedarme quieta en algún lado para que pudieras encontrarme” se explicó, un poco sonrojada.

“¿Te perdiste por lo menos a seis cuadras de donde estábamos porque no me encontrabas? Bella, la fila estaba bastante larga, pero no podía salirme para avisarte porque entonces tardaríamos el doble y quería salir ya de ese lugar” se explicó rápidamente, hasta que aparentemente encontró algo en lo que no se había fijado antes entre las palabras de Bella.

Porque su siguiente respuesta, fue una carcajada a mandíbula batiente.

Bella frunció el ceño “¿Te parece gracioso, cariño?” dijo con voz afilada, recordando con recelo su pánico.

“Es que… lo siento, pero esto solo puede pasarle a una persona corazón” se excusó haciendo esfuerzo por calmarse.

Payaso

“Está bien, está bien. Eso no fue muy maduro de mi parte. Aquí tienes tus lentes” dijo acomodando el pelo de Bella cuidadosamente tras su oreja para colocarle sus nuevos lentes con cariño.

Bella sonrió imperceptiblemente por la seguridad recuperada gracias a sus lentes, tapando casi con recelo sus castaños ojos congelados. Le agradeció a Edward suavemente.

“¿Te gustan?”

Asintió enérgicamente. “Perfectos. Ahora sí, cómprame mi pancho Edward”

Edward rió entre dientes y accedió, tomándola de la mano para ayudarla a levantarse. Bella respiro tranquila cuando siguieron caminando camino a un puesto de tacos, al haber comprobado que efectivamente el muchacho no se dio cuenta de su encuentro con Alice.

_ . _


Eran casi las ocho de la noche cuando Edward dejó a Bella en su casa. Habían pasado todo el día juntos y habían comprobado una vez más todo lo que tenían en común. Desde sus gustos musicales, las materias de sus respectivas universidades, hasta su día de la semana predilecto. Edward se sorprendió cuando Bella le dijo que su color favorito era el marrón, porque significaba vida y calor.

“Tienes razón, el marrón es cálido” contesto simplemente, deseando poder ver sus ojos a través de los lentes.

Había sido un día demasiado lindo con para tener que estropearlo con lo que tenía planeado para su noche. Pero pensado retroceder.

Subió con ella hasta su cuarto a petición de ella y le ayudó a quitarse los zapatos. “¿A dónde vas ahora?” preguntó ella, con un poco de cautela en su voz.

“Tengo algo importante que hacer”

Bella se quedó sopesando las cosas un momento, seleccionando cuidadosamente sus palabras.

Parecía una niña hamacando sus piecitos que no llegaban a tocar el suelo con la cabeza levemente inclinada. “Tiene que ver con Jessica” no era una pregunta.

Edward se puso rígido en su lugar “¿Cómo lo supiste?” dijo cauteloso.

“Digamos que a Rose se le escapo un par de palabras cuando estaba hablando por teléfono. Edward, te pedí que no hicieras nada”

“Y yo accedí a moderarme porque tú me has pedido eso. Pero también te advertí que no iba a quedarme con los brazos cruzados, así que por favor, no me pidas cosas que no podré cumplir”

La castaña suspiró resignadamente. “Edward, ¿sabes qué pasa cuando buscas venganza?”

“Dime”

“La encuentras. ¿No lo entiendes? Cada uno recibe lo que se merece. A veces es mejor dejar algo pasar... Porque todo eso que haces, algún día va a volverse contra ti Edward”

“Las vueltas de la vida” afirmó él en un murmullo. Se acercó a ella para dejar un casto beso en sus labios. “No te preocupes, Bella. Pero hazme un favor”

“Dime” repitió sus palabras.

“No creas ninguna sola palabra que pueda salir de labios de Jessica o algún otro de mis amigos. ¿Estamos claros?”

En su memoria, vino un instante. El día anterior, cuando había visto a Bella llegar con un solo zapato en sus pies, con arañazos sangrantes en su rostro, su cabellera despeinada y sus ojos inundados de lágrimas, temblando de terror. Aquel día en que Jessica Stanley, loca de celos se había atrevido a ponerle las manos encima. Y eso era algo que no podía perdonar. Nunca le perdonaría que se haya atrevido a tocar a Bella y asustarla hasta el punto, de hacerle creer que realmente podría ser capaz de matarla.
Y nunca olvidaría como tuvo que sostenerle toda la noche, protegiendo su pequeño cuerpo tembloroso entre sus brazos y calmando sus sollozos con el confort que le brindaba su pecho, prometiéndole no volver a dejar que nadie le pusiera las manos encima.

Y lo iba a cumplir.

Edward estaciono frente a la casa de los Stanley no sin cierta repulsión. Sus padres habían salido de viaje una semana, por lo que él estaba más que consciente de lo que Jessica intentaría hacer con él. Quizás en algún otro momento, si él nunca hubiera conocido a Bella lo habría pensado. Pero luego lo habría desechado, porque no había cuerpo que valiera teniendo una bocota como la de esa rubia.

“¡Eddie, que bueno que viniste! Te he estado esperando” ronroneó Jessica en el momento en el que su trasero hizo contacto con el asiento de cuero, con una voz que trato ser sensual.
Edward resistió el impulso de poner los ojos en blanco. “Si, Jessica. A todos nos hace felices eso”

Puso en marcha el auto, tratando de ignorar olímpicamente a la muchacha que la acompañaba a su lado. Las marcas de su ojo habían comenzado a supurar, pero lo disimulaba bien con excesivo maquillaje. Su manera de caminar había mejorado notablemente, casi ni era coja y llevaba una escarola en su rodilla. Lejos de sentir lástima por ella, solo sentía rabia. Porque eso le hacía recordar los arañazos aún visibles en el cuello de Bella, y todo lo que ella le hizo.

Ni siquiera podía sentir un poco de lastima por Jessica, cuando se trataba de algo que ella misma se había buscado.

Tal como Edward lo había anticipado, Llevaba una falda de cuero apenas un poco más allá para tapar su trasero, y su blusa insinuaba un escote excesivamente generoso. Podría jurar que no llevaba sostén y de que uno de sus pezones estaba por escaparse de su camiseta. Es más, probablemente se le verían los dos si se agachaba o inclinaba.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando en su mente llegaron imágenes bastantes vívidas de lo que Jessica planeaba hacer con ello.

Una mano en su rodilla lo hizo saltar. La rubia acariciaba de manera sugerente su rodilla en movimientos circulares, con una sonrisa pícara en su rostro. Su mano comenzó a ascender por sus muslos, directo hacia su masculinidad. Edward apretó los dientes y apartó su mano con un movimiento nada delicado de su cuerpo.

“Estoy manejando, Jessica” gruñó, sin moderarse.

Ella le dedicó una sonrisa coqueta y batió sus pestañas inocentemente, malinterpretando el humor de Edward y creyéndose sensual el momento. 

Aparco a un lado en el restaurante. Estaba a las afueras de la ciudad, y estaba seguro de que Jessica jamás había ido allí. Bajó rápidamente de la puerta antes de que ella intentara algo más y se apresuró su camino hacia el restaurante, sin tomarse la molestia de abrirle la puerta a su acompañante.

Ella lo siguió bien de cerca, no notando nada extraño en su comportamiento. Entraron al lugar y se quito el abrigo. Se giro hacia Edward con una mueca extraña cuando no hizo lo mismo. Al contrario de eso, parecía algo inquieto.   

“Olvide algo en el auto. ¿Te importaría preguntar por nuestras reservaciones e ir por nuestra mesa mientras tanto? Vuelvo enseguida”

Jessica acercó con una mueca entusiasta, pero antes de que Edward se alejara, se acercó hasta él para tomarlo por los hombros y posar provocativamente sus labios en su mejilla. “Te estaré esperando” exhaló su aliento contra él.

Edward se alejó de ella sintiendo la repulsión de su colonia barata y su presencia combinadas.

Se giró hacia la puerta y en el camino, se fijo en alguien que no esperaba ver sentado en una mesa bien mal acompañado.

Eso no estaba en sus planes, pero le caía malditamente bien. Un golpe de suerte, pensó mientras abandonaba el lugar.
Jessica se acercó con una sonrisa despampanante hasta el portero. “Reservaciones al nombre de Cullen, por favor” ronroneó, y le guiñó un ojo al muchacho.

El muchacho se sonrojo ligeramente y bajo la mirada hacia su lista, buscando el nombre.
Pasaron un par de minutos hasta que dejó de lado su timidez momentánea y levanto la vista ceñuda hacia la muchachita de escazas ropas.

“Lo siento, pero aquí no tenemos ninguna reservación a ese nombre”
La expresión de confianza del rostro de Jessica se descompuso casi al instante. “¿Qué? Tiene que ser un error…” casi chilló.

“Lo siento señorita, pero aquí no cometemos errores”

Jessica bufó audiblemente “Es obvio que estas mal esta vez querido, ¡busca otra vez!” ordenó, mirando a todos lados “¡Lo que me faltaba!” chilló bajo su aliento.

El chico la fulmino con la mirada, pero accedió a lo que estaba pidiendo. Entonces, la vista de

Jessica se posó en la misma mesa que Edward había observado con anterioridad.

Abrió los ojos como platos y su mandíbula se le desencajó en ese momento. Con paso decidido, olvido todo y caminó rápidamente hacia esa mesa.

“¡Mike! ¡¿Se puede saber que carajos haces tú aquí cenando con esta arpía?!” siseó apuntando con su dedo a su acompañante.

Lauren la miro despectivamente. “Controla tus palabras, perra”

Jessica se puso colorada de la rabia, pero cualquier palabra que pudo haber querido decir se vio interrumpido por Mike, quien la observaba con una mueca divertida.

“Jess, no estas tan buena con para tener que soportarte. ¿Qué esperas de mí? ¿Exclusividad?” bufó. Se quedó observándola un momento, y al notar que no tenía intención alguna de negarse, comenzó a reírse como si le hubiera contado un chiste bastante bueno.

“¿Por qué no te vas, Jessica? ¿O que… no me digas que viniste sola para acá? O no, no, no me digas… estás en una cita” se mofó Lauren.

Jessica le envió dagas por los ojos, pero un pensamiento llegó en su mente, arrancándole una enorme sonrisa. “Si… Estoy aquí en una cita, querida. Con Edward Cullen, para que sepas. Anótalo” sonrió con petulancia.

Se complació al ver como caía el rostro de Lauren, pasando desde el morado hasta quedarse verde. Verde de envidia. “No puede ser” escupió.

“¡Claro que sí!”

“Tampoco te creo, Jessica. El marica de Cullen esta demasiado ocupado tras las faldas de la cieguita con para parar a mirarte dos veces” dijo Mike, frunciendo un poco el ceño.

“¿Y donde está?” Lauren lo buscaba frenéticamente con la mirada.

“E-esta buscando algo… en el auto” susurró, un poco más intimidada.

La sonrisa diabólica de Lauren no tenía precio. “Si, claro. Querida, aceptémoslo. Él es demasiado hombre para ti… jamás te traería a un lugar como este. Ni siquiera se toma la molestia de meterse bajo tus bragas”

Colorada como estaba y con lágrimas de vergüenza se dio la vuelta y se alejo de la mesa, en busca de Edward. Ella iba a demostrarle que se equivocaban. Ella era más que ellos dos juntos, y se merecía lo mejor. No a Mike teniéndola solo para calentar su cama, a Lauren criticándola suponiendo ser su amiga, ni mucho menos a una ciega como competencia para quitarle el hombre que ella quería.

Claro que no. Ella les mostraría… abrió las puertas del restaurante con rabia, y con el sentimiento amargo de la humillación a flor de piel mientras buscaba el volvo plateado con la mirada.

Pero este no se encontraba en el lugar en donde habían estacionado. Ni tampoco estaba en ningún otro lugar. Edward tampoco daba la mínima señal de vida.
Solo se encontraba ella, buscando al vacío, con la oscuridad de la noche como única compañía.

Amor con amor se paga…

3 comentarios:

  1. WTF!
    Amoree! que hiciste?
    OMGGG!
    Y EL RESTO? mierda, mierda, mierda. Estoy en el cole y le estaba por mostrar a una amiga (la del novio deseable) las pics de THG y me encuentro con esto.... y me sonaba la frase y dije ''Que mierda, voy a ver de que se trata''.... no lo puedo creer
    No me quejo, está precioso :D

    P.D: estuve hasta las 3 con mates y no me salia NADA ¬¬ y ahora estoy en el cole XD

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  2. jajajaj, me encanto!!!1
    eso te paso jessica por buscona!!!!!
    muy buenp

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  3. Hay me dio cosita con la pobre jessica tonta esa y quiero saber que es un Pancho, muy lindo el One me gusto mucho

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