Viva la vida Cap X

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“La historia de Bella”

¿Sabe usted quién soy yo? No estoy acostumbrada a que me hablen así. No estoy acostumbrada a someterme a los caprichos de los demás, tampoco lo estoy a sufrir decepciones. (Orgullo y prejuicio -  Jane Austen)
Capítulo X.
La ansiedad se apodero de su humor en ese momento. Vio como la expresión de Edward cambiaba de la confusión lentamente, hasta que la comprensión nubló su rostro. Su mirada fue dulce, un apoyo silencioso al alma que lo observaba expectante.
“Estamos en medio de la sala.” Comento tranquilamente. “¿Te apetece ir a un lugar en donde estemos más cómodos?” agregó, notando la tensión en los hombros de Bella.
Ella asintió, aunque en realidad no estaba segura de que se tratase porque estaba de acuerdo, o fue una simple cortesía. Quizás se debía probablemente a que aquello prologaría considerablemente el tiempo de la charla. Trato de enfocarse en lo que había dicho, aunque lo estuviera descifrando un poco tarde.
De pronto, una idea fugaz cruzó por su pensamiento, pero la sonrisa fugaz que bailoteó las comisuras de sus labios celebró su idea.
Susurro. “Conozco un lugar. Pero debes tomar mi mano.”
Sonrió torcidamente. “Lo dices como si fuera a representar un problema para mí, ángel mío.”
La castaña lo fulminó con la mirada y observó su rostro, buscando algún rastro de vergüenza en aquel rostro, portador de una mirada pícara. No lo encontró. Levantó la mano para tomar una de las suyas, pero en cuanto sus dedos hicieron contacto Edward tiro de ella y apreso juguetonamente su cintura entre sus brazos. Bella frunció el ceño, ¡pero qué cambios de humor tan bipolares sufría este muchacho!
“Estás loco.”
Edward le sonrió de oreja a oreja, como un niño pequeño. En respuesta, una mirada maliciosa nublo los ojos pardos de Bella, celebrando una idea que acababa de atravesar por su mente. Sin previo aviso sujeto al muchacho ávidamente y se lanzo por la ventana, precipitándose a una velocidad inhumana. Ni por asomo se acercaba a su máxima velocidad, pero era suficiente para que lo árboles se distorsionaran y el camino comenzara a mezclarse, dejando los ojos humanos solo capaces de identificar borrones y grandes manchones de colores verdes y marrones, mezclados con los matices del bosque. Era una combinación brusca, y un primer vistazo podía resultar abrumador.
La situación cambiaba cuando se trataba de Bella. Ella era un alma y en el momento en el que corría a una considerable velocidad entre los árboles, estaba en su elemento. Con la diferencia que Edward se colgaba a su espalda, por supuesto.
Se conectaba con la naturaleza, como con ningún otra cosa.
Simplemente lo dejaba fluir, se dejaba ir por el camino mientras el viento se fundía en su piel, provocando en ella la sensación de estar volando en lugar de corriendo.
Se detuvo abruptamente en un lugar escondido, un claro,  a una distancia considerable del jardín de Edward. El súbito movimiento provoco que el cuerpo del alma se arqueara hacia adelante por el peso del cuerpo de Edward a sus espaldas, pero logro mantener el equilibrio antes de que cayeran. Edward bajo de su espalda y cayó estrepitosamente en el suelo, como si fuese un saco de patatas y colapso en el suelo.
Sonriente, complacida, Bella lo miro. “¿Está usted bien, joven Masen? Una actuación como esa es inaceptable para un futuro duque. ¡En frente de una dama! ¿Qué diría su madre?” dijo, imitando la voz de Gertrudis, su ama de llaves y haciendo las mismas morisquetas con su rostro.
Edward la miro débil desde abajo, con el rostro verde. “Dame un segundo” murmuro bajito, luego se giro hacia el pasto y lo coloreo con una tonalidad verde completamente diferente, aromatizándolo  de un aroma natural totalmente diferente al de su olor corporal. Este provenía de lo que probablemente haya sido su desayuno, y era considerablemente más desagradable de lo que su aroma podría ser.
La castaña rió entre dientes.
Unos segundos después, Edward se pasó la manga de su camisa remangada por sus labios y miro a Bella con rencor. Su cabeza todavía daba vueltas y aún podía sentir como veía todo marrón y verde, haciendo que difícilmente pudiera apreciar el paisaje que se extendía alrededor.
Miro hacia arriba, pero quedo desconcertado. No había más compañía que el canto de los animales y la luz del sol iluminando el rocío en las plantas.
Sintió una pequeña punzada de pánico. “Bella, ¿dónde estás?”
Bella miró hacia el cielo un segundo, en dirección al sol. Su respuesta fue automática, ya que ella estaba acostumbrada a su naturaleza, pero aún así no pudo evitar fruncir un poco el ceño, extrañada. Olvidaba fácilmente las reglas cuando estaba al lado de Edward.
“¿De qué estás hablando? Estoy en frente de ti, Edward.”
Sin embargo escuchaba claramente su voz. El joven hizo una mueca de confusión, y miro suplicante ningún punto en específico. “¿Entonces porque no puedo verte?”
“Ha de ser por la luz del sol.” Le recordó dulcemente. “No me proyecto fácilmente en la luz del día. Eso requiere de mi esfuerzo y sinceramente, tomar un cuerpo humano es más fácil y necesita menos energía. Es por eso que me mantengo en las sombras cuando estoy contigo. Soy una criatura de la oscuridad, Edward. Que no se te olvide.”
Él suspiro largamente, pero sus labios se callaron cualquier respuesta. En cambio, levanto una mano y la dejo suspendida en el aire en una silenciosa invitación. “Llévame a donde vayas, entonces. De preferencia a un lugar entre las sombras, en donde mis ojos si puedan verte.”
Bella lo ayudo a levantarse y caminando, lo llevo con ella a otra esquina del claro, bajo la sombra de un árbol. Dejo que él se sentara entre los tallos que sobresalía imponentes sobre el pasto, y ella se acomodo en otro, cerca de él, pero no al extremo de tocarlo. Su semblante era sombrío y sus ojos, vacíos, carentes de emoción alguna. Edward la observo serio, comprendiendo que esa era la parte en la que se venía el momento de la verdad.
Sin embargo, Bella no fue capaz de observarlo a los ojos. Sumergió su mirada en algún punto indefinido en el bosque, dejando que sus ojos chocolate se fundieran con el movimiento de las hojas de los árboles. Su voz, pareció cobrar vida propia, aunque sonó frágil y dulce, como el murmullo de una muñeca rota.
“Era 1915 cuando salía de mi cuarto. Oía voces roncas en la parte inferior de mi casa, donde estaba mi padre. Éramos una familia muy humilde, solo conformada por nosotros dos, pues mi madre había pasado a mejor vida durante mi parto. Era de lo más natural que yo me preocupara de la intromisión de extraños cuando eran ellos contra mi padre, que al fin y al cabo, era solo un hombre.”
“¿De qué están hablando? Es el veinticinco de marzo, sí señor. El plazo de acaba el dieciséis de julio ¡estoy seguro!”
“Nuestro señor está cansado de esperar que sus deudores esperen hasta lo último para devolverle lo que es suyo. Nosotros dos estamos sin tareas y terriblemente aburridos desde hace dos semana… por lo que comprenderás que él no se opondrá ni siquiera un poco a que vengamos a cobrar un poco antes…”
La joven Bella no comprendía de qué estaban hablando. ¿Qué eran esas voces? Se recogió un poco la falda para que el roce del frufrú no la delatara y se acerco sigilosamente por el pasillo, asomando su cabeza por la pared. Había una escalera justo al costado en donde estaba espiando, y este conducía a la sala de su casa. ¿Quiénes eran esos hombres? Se cuestiono, cautelosa.
Dos hombres estaban frente a su padre, enormes e imponentes. Uno era más alto y corpulento que el castaño, pero ambos pasaban por una cabeza al viejo Charlie. Sus miradas eran sombrías. La expresión de una era sobria y reservada, pero a la vez siniestra, mientras que el otro tenía una gran sonrisa socarrona en el rostro, como si todo lo que estuviese aconteciendo le resultara realmente divertido.
“¡Pero son cuatro meses!”
“Cuatro meses, un año… ¿cuál es la diferencia?”
“¡No tengo ese dinero ahora! Por favor, apiádense de un pobre hombre anciano que necesita mantenerse a él y a su niña, solo deme una semana… sí, una semana. Es todo lo que pido.”
El hombre de la sonrisa se giró hacia su compañero, con un gesto despectivo. “¿Demetri, cual es nuestra política?”
Éste contesto. “No hacemos caridades.” 
El hombre chasqueó la lengua. “Oh, no. Eso es una pena.”
El rostro de Charlie palideció notablemente, trastabilló y trato de sostenerse de un mueble mientras se llevaba una mano a su frente, ofuscado. “Ay Dios, ay Dios… oh Señor, no permitas que pase… ay, no, ay, no” balbuceó. “¡Piedad!”
“El señor Aro no permite clemencia. ¿Quién se apiadara de nosotros cuando tengamos que decirle que le fallamos?”
“La vida de un sucio campesino no lo vale ni por asomo…”
“¿Qué quieren que haga? Les daré lo que quieran… ¡piensen en mi niña, por la misericordia del señor! No puedo dejarla en la calle.”
“Mire, anciano.” Dijo el hombre, visiblemente irritado. “No somos hombres con los que se juega. Necesitabas un préstamo, y nosotros te lo dimos. Te explicamos cuales eran las reglas. Me importa un comino tus tiempos de crisis, pero el dinero… ¡nos lo devuelves!”
“Por favor, buen hombre, no tengo con que pagarles ahora… llévense todas mis cosas, quizás eso cubra el costo de las mil libras…”
“¿Mil libras?” dijo el que parecía ser Demetri. Arqueo una ceja. “Ah, no. Es con intereses, hombre…”
“¡Madre mía, no puede ser! Por el amor  de todo lo santo… ¡Piedad a un pobre h-..”
Pero esa frase nunca llego a ser terminada.
Un sonido estridente rompió con el equilibrio del ambiente y el viejo Charlie cayó fulminado al suelo. Sus brazos cedieron, inutilizados y sus piernas perdieron la sensibilidad. Solo era consciente del dolor de su pecho, aplastante como el acero.
“Que hombre más molesto.” Murmuró el hombre más grande, quien aún tenía el arma de fuego suspendida en el aire.
Demetri lo fulminó con la mirada. “Indecente. No era el momento ni el lugar para asesinarlo, Félix.”
“Nadie se preocupara por la muerte de un simple campesino. Desordenaremos el lugar y nos llevaremos algunas cosas, será suficiente para que piensen que todo esto fue obra de un bandido, un simple ladrón… La policía ni siquiera se molestara en averiguarlo.” Se encogió de hombros, como si fuese lo más normal del mundo.
“¿Acaso crees que un plan de refuerzo te excusara de tu insensatez? El señor se molestara por haber perdido ese dinero innecesariamente.”
“Tú solo termina el trabajo. Yo me encargare del resto.” Dijo serio. “Las autoridades ni siquiera se molestaran en pensar en nosotros. Nadie se mete con una familia con el poder de los Vulturi.”
Recién entonces, con lágrimas desbordándose de sus ojos, la castaña comprendió que aquello era real. El cuerpo que yacía ensangrentado en el suelo era de su padre, y aquellos dos hombres estaban planeando la cuartada para cubrir su asesinato, como si estuviesen planeando que pieza mover en una tabla de ajedrez.
Su pecho se estrujo dolorosamente y se abrazo las costillas, mientras las punzadas de dolor que atravesaban su cuerpo se hacían manifiestos en el grito de dolor que desgarro su garganta.
“¡Nooo...!” grito, más eso no le devolvería a su padre. 
Pero aquello fue suficiente para captar la atención de ambos hombres.
Sus miradas frías, calculadoras pasaron a ser la mirada de aprobación burda y sucia que solo un hombre con necesidades podía regalarte; la lujuriosa.
Bella se congelo en su lugar.
“Oh, ¿tú eres la nena del viejo?” dijo el que parecía ser Félix, con una sonrisa sugestiva. “Tenía razón en una cosa; Dios no permita que te dejemos aquí abandonada…”
“No dejes que se vaya, Félix. Atrápala mientras yo termino con el hombre.”
Mientras el hombre sonreía con lujuria y malicia, a la castaña solo una cosa le pasaba por la mente. Corre, corre, corre, corre… ¡maldita sea! ¿Qué haces todavía ahí parada? ¡Corre, por la jodida mierda!...
Recién a medio camino, finalmente reaccionó.
Sus pies cobraron vida propia mientras ella huía precipitadamente por los pasillos, rumbo a su alcoba. Cerró la puerta de un portazo con el corazón en un puño, viendo como ese hombre casi la atrapa por los pelos. Hecho el seguro y comenzó a retroceder, sin saber muy bien que hacer… ¿estaba perdida? ¿Debía resignarse a su destino, ahora que estaba sola en el mundo?
¿Quedaban alternativas? ¿Ganas de luchar?
Se tropezó con su cama y su mirada sin querer, vago hacia arriba. ¡La ventana!... pensó, levantándose de golpe.
La respuesta era simple. Sí tenía que morir, no lo haría de manera indigna. Sin dar pelea.
Se apresuro cuando Félix comenzó a aporrear la puerta de su habitación con firmes intenciones de derribarla. Ayudada con el árbol que estaba frente a su cuarto, Bella saltó del segundo piso de su casa. Se recogió las faldas y se echó a correr por los árboles del bosque, sintiendo como su respiración se entrecortaba cada vez más a cada paso, a cada suspiro. El bosque estaba oscuro y era tenebroso, ya que era casi imposible ver lo que tenía en frente de sus propias narices. Los animales susurraban entre los árboles y los vientos rayaban los troncos, sobresaltando más de una vez a la joven. Las punzadas de auténtico terror hacían sus piernas temblar y su corazón martillear dolorosamente en sus costillas, acelerando la inspiración de aire en sus pulmones creando un entumecimiento doloroso en todo su torso. Pero debía seguir corriendo.
Escuchaba sus pasos retumbando a sus espaldas.
Ella sabía que estaba siendo perseguida.
Por eso, cuando encontró una mansión al otro lado del bosque, casi salta de alegría. Quizás, alguien pudiera ayudarla en ese lugar. Acelero la marcha y se lanzó precipitadamente contra la puerta con intenciones de tocar, pero la acción fue tan efusiva que en el momento en el que su cuerpo hizo contacto con una de las puertas se abrió por sí sola. Hecho un rápido vistazo alrededor, a juzgar por la vista, parecía ser la parte trasera del lugar. No había nadie.
Una punzada atravesó su cuerpo y se doblo inevitablemente, un aullido de dolor abandono sus labios.
Miro hacia abajo, observando el líquido carmín que teñía rápidamente los faldones de su vestido. Aterrada, reconoció la zona de donde se escapaba la sangre; era su pierna. Le habían dado. Con un portazo, cerró la puerta a sus espaldas y comenzó a cojear por las habitaciones, hasta que llegó a unas escaleras. Si habían estado tan cerca para herirla con una bala, debían estar lo suficientemente cerca para tenerla casi al alcance de sus manos. Ese pensamiento hizo que continuara su marcha sin mirar atrás, aterrorizada de que pudiera encontrarlos a su espalda más cerca de lo que pensaba, impulsando a subir y subir las escaleras sin siquiera contar cuantas llevaba o cuánto dolor laceraba una de sus piernas. 
Oyó el ruido de los muebles moverse y chocar a sus espaldas, seguido del indudable sonido de sus pisadas y voces a modo de mando, susurros dominantes entre sí. Las lágrimas de terror que había estado reteniendo en la comisura de sus ojos se desbordaron sin control y un sollozo seco, silencioso se escapo de sus labios haciendo temblar su pecho. Se detuvo solo en ese segundo, luego retomo su marcha. Solo podía asegurar una cosa.
Iba a morir.
Y a nadie iba a importarle.
Nadie siquiera se molestaría por investigar, por indagar que le había ocurrido a su cuerpo. Moriría sola en el mundo, sin dejar recados, sin dejar recuerdos que prueben alguna vez su existencia. La catalogarían como un accidente y olvidarían su caso, retomando el curso normal de sus vidas. Al fin y al cabo, ella era solo una humilde campesina. Nadie tenía por qué molestarse.
Solo esperaba que su alma, no corriese la misma suerte que su cuerpo.
Fue cuando llego al final de las escaleras, avanzando a un ritmo lento, casi nulo a causa de la cojera cuando la atraparon. No pudo evitarlo, pero cuando las grandes manos de Félix se anclaron en su cintura, un sollozo un poco más sonoro que el anterior se escapo de sus labios y su pecho se estrujo de anticipación. Estaba perdida. Lo supo en el momento en el que Demetri la tomo desde otra parte de su cuerpo y la alzó en volantas, entrando con ella en una habitación cualquiera. La depositaron en el suelo, antes de que siquiera su mente fuera capaz de captar la dimensidad de lo que le estaba ocurriendo.
Rompieron su vestido en millones de trizas sin ningún  tipo de contemplaciones y la dejaron desnuda en el suelo, vulnerable. En ese momento, su mente se desconecto de su cuerpo y se marcho a mejores lugares, a los recónditos de su mente en el que se aislaba su lugar feliz. Ni siquiera oía lo que le decían aquellos hombres que le ponían las manos encima y tocaban descaradamente los secretos más íntimos de su cuerpo, pues eran palabras frías, sin vida y carentes de sentido para ella.
No quería sentir, no quería que el asco y el pánico se apoderaran de su ser más de lo que ya había hecho.
Lo único que pasaba por su mente era el odio persistente por aquellas despiadadas criaturas, con solo una ideología, que se repetía por su mente como si fuera un mantra. La venganza era demasiado viciosa incluso para ella, en esa situación. Ni siquiera estaría por el lugar para poder reclamar y atacar a esos hombres como se lo merecían. Ella anhelaba algo más allá.
Justicia.
Sus piernas sangraban y el dolor era horrible. No quería moverse, se sentía incapaz, incluso pensar le dolía. Sentía que había perdido la completa movilidad de la herida de bala. Su vientre parecía querer explotar.
El único cambio fue que dejo de sentir presión sobre su cuerpo, el peso que la cubría asquerosamente.
Odiaba a esos hombres. Quería verlos sufrir, verlos caer. Se lo merecían.
Le daban asco, eran la peor escoria con la que se había cruzado en toda su adolescencia. Solo desearía no poder morir en ese momento para poder darles lo que se merecían, a la larga.
-Aún sigue respirando… - susurro uno, viendo el vaivén del pecho de la joven.
-Q-que…se p-pud-dran hi…jos de puta – susurro casi imperceptiblemente, con voz ronca y rota.
-Eso no es ningún problema. – dijo el otro, y desenfundo su arma apuntando justo al pecho de la joven.
Cuando volvió a abrir los ojos, se despertó en su nueva vida.
“Maldita sea.” Bramó Edward bajo un susurro, sintiendo la ira bullir en su pecho a niveles peligrosos.
Cuando Bella terminó su historia, se encontraba acurrucada a Edward debajo en el árbol, con su cara enterrada en su pecho sollozando silenciosamente.

5 comentarios:

  1. Awwww me hiciste llorar bicha *-*
    Estuvo simplemente conmovedor.
    Te he dicho ya lo LINDO que escribes? Mucho :)
    Besototes!

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  2. aaaaaaa!!! Belen!!! me hiciste llorar *.*
    me encanta todo lo que escribes hermosa
    mil besos que tengas un buen fin de semana :D

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  3. pobrecitaaaaaa bellaaa pero yo lo dijeee yo sabia q algo asi le habia pasado pobrecitaaaa q hdp!!! ufff bella merece su justicia de una u otra manera la merece xq lo q le hisieron fue horriblee ufff segui asi belen :D esta buenisima esta hisotoria :D

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  4. Hola, no me hiciste llorar pero se me aguaron los ojitos, que triste! me imaginé a Bella con esos vestidos acampanados color champán con bordados y lindos escotes. Pobrecita, y ahora? que sigue?
    porqué no reacciona mal cuando Edward la toca? tiene claro que el es totalmente diferente? o nunca sufrió los traumas post-violación?
    y porqué no había nadie en la mansión?? era la mansión del deque Masen?? el papá de Edward
    Ok, ya se que estoy haciendo muchaas preguntas. Y al final, mi teoría no fue del todo cierta :(

    Bueno, me encantó! yo pensé que se iba a romper una pierna con la caída de la ventana y que la violarían en los arbustos donde se llenó de tierra y de cortes con las espinas de las rosas...

    Chaucito Belu
    Penny
    Te quiero!!

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  5. nooooooooooooooo si ves yo ya me lo imaginaba :( llorooooo hay pobre Bella ¿y ahora que va a hacer Edward? hayyyy noooo aunque me resulto muy conmovedor y al principio me hizo reir me encantoooooo es cierto!!! y ya te lo he dicho!!! ESCRIBES MUY MUY BIEN!!!! de verdad eres genial la historia es genial me encanta te felicito saludos desde colombia

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